Por Gustavo Montenegro Cardona
Hoy Colombia tiene presidente electo. A las cinco de la tarde del diecinueve de junio de 2022 se marcó una raya, una marca que nunca se podrá borrar en la historia de la vida política del país. La llegada de Gustavo Petro y Francia Márquez al gobierno se constituye en el giro más drástico que ha vivido el horizonte ideológico colombiano. Esta conquista del progresismo contiene un valor agregado, pues se gestó a pesar de tener en su contra a gran parte del sistema mediático del país. Las evidentes y develadas posturas de medios y periodistas durante la campaña electoral se constituyeron en un auténtico dolor de cabeza para las candidaturas del Pacto Histórico.
Solo para ejemplificar: la portada de la Revista Semana que circuló a pocos días de la decisiva jornada electoral estableció una comparación entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández. Al primero lo señaló como «exguerrillero» y al segundo como «ingeniero». Bajo el paradigma de que el lector pudiera darle peso a los títulos y abolengos, el semanario dirigido por Victoria Eugenia Dávila, se jugó un último cartucho desde la consigna de la estigmatización.
Así mismo, el manejo del tracking presidencial que lideró RCN, a pesar del evidente empate técnico, se usó como herramienta informativa para denotar su favoritismo hacia Hernández. Pero tal vez no hubo medido más incisivo que Semana. La circulación de una decena de videos tomados desde la misma campaña de Gustavo Petro, a los que bautizaron con el impertinente nombre de “petrovideos”, puso en evidencia el afán del medio de comunicación por enlodar a como diera lugar el nombre del candidato y de su equipo de colaboradores. El resultado: no se produjo ninguna noticia superior, más allá de un ligero escándalo mediático que le quitó la cortina al escenario donde se escuchó y miró una serie de conversaciones propias, con todas y sus artimañas, de una campaña política. La lección: es hora de avanzar con precisión en una reforma política que siembre nuevas prácticas para que el juego limpio sea una regla fundamental en la dinámica electoral.
La batalla de trinos, memes, programas en vivo, cadenas de mensajería y la ola insultos de una y otra orilla fueron la muestra de una campaña destacada por su nivel de emociones enredadas, más que por la calidad del debate argumentativo. Ahí, de nuevo, los medios tradicionales brillaron por su ausencia, pues en su mayoría se convirtieron en megáfonos de la desfachatez.
Ahora bien, mientras todo esto se teje, también queda claro que por ahora el Centro Democrático y el Partido MIRA se constituyen en los partidos de oposición al gobierno de Petro. Otros tantos se han sumado al llamado por un gran Acuerdo Nacional y por el país y al parecer el nuevo gobierno contará con un amplio respaldo en Cámara y Senado para poder llevar a buen término sus propuestas.
En la línea paralela de la opinión, sin decirlo explícitamente, medios como Blu Radio, La FM, RCN, en algo El Tiempo y Caracol y en mucho la Revista Semana, oficiarán como medios de comunicación opuestos a todo lo que diga, haga, sugiera y resuelva Gustavo Petro y su equipo. Para varios periodistas, promotores de opinión y creadores de contenido, parece que la campaña durará los próximos cuatro años de gobierno. Aún Petro no ha tomado posesión del cargo y ya se empieza a generar ruido alrededor de temas sensibles como la Reforma Tributaria, la aceleración de la transición energética, designaciones de gabinete y anuncios, para nada oficiales, sobre el criterio económico.
Lograda la meta menos difícil que es ganar, viene el desafío inmenso de saber gobernar. Queda por delante la tarea de cumplir con lo prometido y saber lidiar con una oposición mediática que cargará con la tarea de desinformar, provocar ruidos, armar escándalos e inundar las redes sociales con todo aquello que impacte en la desfavorabilidad de la imagen del nuevo gobernante y de quienes lo rodean.
Ante este panorama se hace necesario reforzar labores comunicativas que contribuyan a equilibrar las posturas de un periodismo anclado en la oposición a un gobierno bajo la tutela de las rabias, las venganzas y los odios, alejado del equilibrio investigativo y por tanto, distante del deber de garantizar una comunicación de calidad para la ciudadanía.
De acuerdo con el MinTIC “de los 640 medios digitales que existen en el país, 306 son alternativas que nacieron exclusivamente para internet o redes, 100% de su producción se queda en la web y no migra hacia otros formatos informativos. Estos medios representan 63% sobre el total de medios nacidos dentro del ecosistema digital”; en ese ecosistema puede circular una comunicación asentada en los principios de la verdad, el equilibrio y los derechos ciudadanos. De la mano del control social y político, los medios no sesgados deberán colaborar en la misión de poner freno a quienes por sus caprichos comerciales, ideológicos y personales estarán en el campo de batalla dispuestos a cantar Victoria anticipada, así eso signifique la derrota del país.
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