Por Ángela Martínez Ortega

¡Cesó la horrible noche! Una frase que desde anteayer, junto a las consignas por la dignidad, la libertad, la igualdad y la vida, resuenan alto en las casas, calles, veredas y ciudades en Colombia. Y creo que el cese de la horrible noche no solo tiene que ver con la terminación de una historia del gobierno marcada por la derecha que, en Colombia, ha sido sinónimo de muerte, desigualdad, corrupción, pobreza, discriminación y represión, sino porque indica el nacimiento de una esperanza nueva.

Hoy, es Presidente un exmiembro del M-19, en cuya persona se representó el miedo al desmonte de los privilegios de los que históricamente se apoderaron de Colombia, a la manera en que los colonos se apoderaron de las tierras americanas, y que conminaron a lxs colombianxs a una vida marcada por la violencia, la precariedad y el egoísmo. Es presidente un hombre que durante toda su vida se preparó para serlo, un hombre en quien cabe la conciencia social y que, con humildad, ha acogido las apuestas de los grupos y movimientos sociales de mujeres, campesinxs, indígenas, el pueblo afro, la población LGBTIQ+, la clase trabajadora, la población con discapacidad y todxs aquellxs que siempre estuvieron por debajo de los marcados privilegios de la tradicional clase política y económica en Colombia.

Es Vicepresidenta Francia Marquéz, una mujer, luchadora, negra, ambientalista, que viene de abajo, que conoce la violencia, la pobreza, que es de las nuestras, las de a pie. Una mujer que encarna, sobre su persona y su historia, todo eso que en Colombia ha sido excluido, en un país marcado por el racismo, el patriarcado, el clasismo, la misoginia. Una mujer que representa a las mujeres, las que vivimos la realidad cotidiana, las que conocemos la violencia sobre nuestros cuerpos y territorios, las que criamos a lxs hijxs con padres ausentes, las que luchamos incansablemente por representarnos, las que no olvidamos, las que resistimos.

Esta mujer y este hombre, que hoy son la cara de la esperanza, representan el renacer de una democracia que llamo contrahegemónica, y lo hago porque en Colombia lo que tradicionalmente hemos llamado “democracia” no ha sido cosa distinta que un discurso demagógico guiado por la clase política y económica dominante; este es un país desangrado al que le arrebataron incluso el sentido común y que redundó en una “democracia” que protegió por décadas los intereses de la población hegemónica minoritaria, rica, poderosa y blanca, marcada por la presencia de hombres y mujeres que por siglos se apoderaron y colonizaron a lxs que hoy nos levantamos.

Jamás vi un carnaval de la vida como el de ayer, repleto de esperanza, de los sueños de quienes desde lo más profundo sentimos la injusticia, el dolor, la inequidad; de esos que no tenemos carros y casas que defender, ni paraísos fiscales en el exterior, de los que no poseemos fincas y empresas, de los que no somos dueños a costa del despojo, pero sí de esos a quienes nos sobra dignidad, de esos que seguimos siendo humanos, de esos explotadxs y progresistas soñadores que hoy vemos crecer la esperanza, recuperamos las fuerzas y respondemos con orgullo a una deuda histórica que Colombia tenía con nuestra América: apostarle al cambio.

Ver y vernos, creo que ha sido una de las grandes apuestas en esta contienda; enfrentar el miedo, la persecución y la muerte; gritar como nunca que estamos aquí, que esta es la historia nueva y que la escribimos nosotrxs, lxs de abajo, lxs nadies como dice Francia. Imposible no sentirse orgullosa de ser mamerta y feminista, pues las feministas hicieron lo suyo, y cuando digo feministas me refiero a cada mujer que en la historia decidió no guardar silencio, decidió pelear por el lugar que por derecho le correspondía; me refiero a las que, con su vida, se pelearon los espacios que hoy ocupamos, las que situaron sobre las agendas el poder de decisión y el derecho al voto, la libertad de opinión, el acceso a la educación… esas por las que hoy, incluso, podemos leer y por las que tenemos la posibilidad de vivir, como seres humanos, libres y dignxs. Las que estuvieron al frente de esta batalla contra el privilegio, y las que celebraron en las calles esta conquista. Me refiero a las mujeres que hoy podemos construir una historia nueva, a las que ensanchan el corazón de los pueblos cuando cantan, a las que tejen una humanidad nueva.

Gracias a quienes lo han hecho posible. Las mujeres, campesinos, obrerxs, indígenas, el pueblo afro, lxs trabajadores, a cada unx que desde su lugar creyó en este sueño de tener condiciones de vida más dignas, pero también a quienes, pese a sus privilegios, han conservado la conciencia social y de clase. Queda un camino largo, quizás con muchas dificultades y tendremos que estar preparadxs, con la misma esperanza y el corazón que hoy celebramos.

Entonces, hoy se plantea un escenario distinto, donde lxs que nunca tuvieron voz se representan, realmente, en un discurso político, sin miedo y con esperanza. Donde es la guardia indígena la que inaugura los escenarios de alocución presidencial; donde la Vicepresidenta inicia su discurso diciendo que ganó la libertad y que caerá el patriarcado; donde se resalta la consigna antiracista, antimilitarista, antiguerrerista; donde la paz no es mas un negocio; donde el poder digno y la unión popular se sienten, como nunca, en un país que renace y puede llamarse entonces, verdaderamente democrático. ¡Llegó la hora del pueblo!

Foto: AJ Colores en Unsplash


Síguenos en nuestras redes:

Facebook: columnaabiertaweb
Twitter: @Columna_Abierta
Instagram: columnaabierta/