Comunicación crítica para tiempos críticos

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Monedas sin valor

Por David Paredes

Trabajan en bloque para descontextualizar y deshistorizar las palabras. Ellos, los que se refieren a sus contendientes políticos como “populistas” y a sí mismos como “perseguidos políticos” cuando avanza una investigación en su contra; los que en su momento quisieron imponer la categoría “homicidios colectivos” en lugar de “masacres” y justificaron estas últimas diciendo que eran inherentes a la “autoridad con criterio social”. Ellos, los que desde hace un tiempo empezaron a hablar de “corrupción”, “justicia” y “paz”. Ellos dicen haber “desmontado el paramilitarismo” hace más de quince años (en un proceso tan espurio que, por las investigaciones y las consiguientes acciones judiciales, el Alto Comisionado de Paz de la época aún sigue en condición de prófugo, buscado por la Interpol).

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Derribar monumentos

Por David Paredes

En los últimos meses ha quedado claro que los procesos de organización social pueden ir más allá de la manifestación y la protesta. Lo visto en las jornadas de movilización y en algunos escenarios de resistencia permanente parece anticipar un proceso que podríamos reconocer como reinvención de las estructuras sociales. Así las cosas, puede sobrevenir un período aún más largo de resistencia, que tomará diferentes formas y rumbos y que precisa de reflexiones en torno a la interacción de las fuerzas sociales implicadas.

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Negar lo evidente

Obra de la artista Débora Arango

Por David Paredes

Sabemos que hay abuso policial apoyado por paramilitares; lo sabe casi todo el mundo, pero seguimos implicados en juegos de palabras que terminan por hacernos pensar que lo evidente es dudable. O vemos fotografías y videos de reuniones en las cuales el presidente departe con el narcotraficante que, además, afirmaba ser su gran amigo y haber conocido la orden que diera Uribe para comprar votos, pero seguimos en vilo ante la imposibilidad de comprobar lo evidente. En estas circunstancias es perceptible la existencia de al menos dos fuerzas políticas: una dedicada a encubrir y otra empeñada en develar.

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Una portada para la hoguera

No le hacemos publicidad a los discursos de odio; por lo tanto, no reproducimos la infame portada a la que hace alusión el autor de esta nota

Por Gustavo Montenegro Cardona

Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienza con un cambio del vocabulario en los medios”.
Ryszard Kapuściński

El viernes 21 de mayo, entrada la noche, comenzó a circular por las redes sociales un video del presidente Iván Duque, en el que, con un inglés marcado, fluido y entonado de cierta molestia, responsabiliza a su contendiente en época electoral como el sujeto provocador de la crisis social que se ha evidenciado durante los 26 días de Paro Nacional. Sin nombrarlo, pone a Gustavo Petro en la condición de enemigo de su gobierno y en causante del caos. Planteamiento que se constituye en una peligrosa condena.

La respuesta de las audiencias no se hizo esperar. El sábado en la mañana se confirmó lo que se suponía: el video resultó ser una producción realizada desde el corazón del palacio presidencial y difundida con criterio viral.

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Editorial: LA HORRIBLE NOCHE

#SOSColombia
#NosEstánMatando
#ColombiaEnDictadura

Los muertos se cuentan ya por decenas; los heridos por miles… Hay que decirlo sin ambages y con toda claridad: En Colombia se está perpetrando una verdadera MASACRE contra el pueblo. Ante la ausencia de la Defensoría del Pueblo, la ineptitud y connivencia de la Fiscalía y demás órganos de control, le ha tocado a la ciudadanía y a algunas ONG cubrir y dar a conocer la situación, realmente alarmante, de muchas ciudades del país. El gobierno ha respondido con una represión desmedida y criminal a la justa lucha del pueblo colombiano.

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«Vacuna» electoral

Por Wladimir Uscátegui

Una vacuna, lo sabe todo el mundo, es un compuesto químico destinado a combatir un agente patológico. En Colombia, país de los eufemismos y del doble sentido, una «vacuna» es también la cuota que se paga a algún agente (criminal o gubernamental) para granjearse el favor de los mandamases de turno o comprar de ese modo el silencio cómplice de unos cuantos. En un momento en que las expectativas y esperanzas de la población están signadas por el acceso de una vacuna contra el Covid-19, los más recientes hechos políticos en Colombia parecen dar a entender que a la población se le aplicarán dos vacunas: una, contra el virus; la segunda, contra la indignación. En otras palabras, que el objetivo del Gobierno colombiano es especular con la vacuna y usarla como comodín con vistas en la contienda electoral para el 2022.

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El Estado imaginario (II)

Por David Paredes

Cuando un portavoz del gobierno nacional habla en nombre de “los colombianos” ¿incluye en esa categoría a sus detractores, a excombatientes, a presos políticos, a miembros de grupos guerrilleros y, en general, a disidentes de toda laya? No lo hace. El Ministro de Defensa o la Vicepresidenta dicen “los colombianos”, pero hablan en nombre de sus copartidarios y sus electores, que por ser muchos no llegan a ser equivalentes a la categoría “nación”. Tampoco llegan a serlo las miles de personas que siguen un partido de la selección colombiana de fútbol, pero el narrador del partido dice “toda Colombia unida para alentar a este onceno de gladiadores”. En estas exageraciones hay una confusión ontológica no sólo entre un sector y la totalidad de la población sino entre la realidad y la ficción.

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El Estado imaginario (I)

Por David Paredes

Mientras lee un libro, el personaje hace lo posible por disimular el sobresalto que le producen fragmentos como este: “…su brazo rodeó a Julia. Al instante, ella pidió que se lo quitara, cosa a la que él accedió de inmediato, sonriente”. El lector, un hombre adulto, toma de manera literal el contenido de la historia y cree que está ante la “clara referencia a una especie no humana, extraterrestre […] una raza de seres capaces de quitarse partes de su anatomía a voluntad”. En torno a la confusión de este lector se desenvuelve el argumento del cuento “Algunas peculiaridades de los ojos”, del escritor norteamericano Philip Dick.

Por lo general, quien ve una película o lee una novela de ficción no sopesa la veracidad de las circunstancias y los sucesos, pues sabe que se trata de una ilusión creada y se presta para creer deliberadamente en ella. John Searle explicó el asunto con precisión: “el autor finge que hace una afirmación verdadera. Nosotros aceptamos el pacto ficcional y fingimos que lo que nos cuenta ha sucedido de verdad”. El pacto ficcional, ese acuerdo tácito entre emisor y receptor, puede ser quebrantado en, al menos, dos situaciones: cuando el receptor se niega a suspender la incredulidad y cuando la suspende del todo. El segundo caso corresponde al mal que padece el personaje del cuento de Dick, un lector capaz de comprender el contenido de la historia pero incapaz de percibir que se trata de una obra de ficción.

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Duque: ¡No queremos más velorio!

Ilustración: @sintrazo

Por Diana Martínez Cabrera

Después de la masacre registrada el 16 de agosto de este año en el municipio de Samaniego, el pasado sábado 22 el Presidente Iván Duque hizo por fin su arribo al territorio: una multitud de samanieguenses recibieron al mandatario con rechiflas, gritos de «queremos paz» y algún reclamo puntual para que cumpla con los compromisos del Acuerdo de Paz. Como era de esperarse, Duque hizo convenientemente oídos sordos a todo y, en cambio, se pavonéo por las calles del municipio y se dirigió en plaza pública a los y las asistentes que esperaban una respuesta institucional a la gravísima crisis humanitaria. Y la respuesta llegó, claro que sí: después de una andanada de críticas y reproches al gobierno Santos, el presidente sacó su as bajo la manga y ofreció… ¡la construcción de un estadio!

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Editorial: Retorno a la barbarie

Mural alusivo al Concurso Departamental de Bandas de Música de Samaniego, Nariño.
Foto: Gustavo Montenegro.

Colombia es un estado barbárico. Más que barbárico, es un estado salvaje. En los manuales de historia al uso se suele afirmar que fue la invención del lenguaje escrito lo que permitió a los seres humanos superar la barbarie y entrar en la etapa que conocemos como civilización. Hoy, parece evidente que ningún lenguaje parece describir el horror de la realidad; la verdad de la muerte se impone sobre cualquier otra realidad simbólica o discursiva. Navegamos en un mar de palabras que ya no bastan, que ya no describen el mundo ni son reflejo de la cruda realidad que nos circunda. No terminamos de llorar a los muertos de ayer y ya estamos llorando los de hoy. Retorno a la barbarie.

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