Por Liliana Múnera Benthan
Ilustración de María Rosero
Antes de ser mamá, cuando contemplaba el tener hijos, pensaba en plural. Para mí era absurdo tener un hijo único, condenado a la soledad de sus juegos; que al tiempo de estar libre de peleas con sus hermanos se perdiera de experimentar la compañía fraterna. Entonces pensaba mínimo en dos hijos y que, si no los tenía, pues los adoptaba. Creía además que siempre iba a estar con ellos, que no los dejaría solos un minuto; jamás los gritaría y, en lugar de regaños, estaría siempre la explicación racional. Todo esto sería posible porque esperaría para tenerlos hasta ese momento de mi vida en que fuera un poco más estable económicamente y que hubiera trabajado lo suficiente mis demonios personales para ser una mamá digna de criar vidas en este caos social.
Eso era antes de quedar embarazada, antes de tener a mi hijo.
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