Por Ángela Martínez

Desde las luchas por la igualdad salarial y la dignificación del trabajo femenino que marcaron los sucesos ocurridos en 1908, cuando más de 100 mujeres trabajadoras murieron en un incendio en la fábrica Cotton, en Estados Unidos, mientras pedían el mismo reconocimiento otorgado tradicionalmente a los varones, año tras año se conmemora el Día Internacional de la Mujer.

Desde entonces, las luchas y consignas han ido cambiando, pasando por la equidad laboral, el sufragio femenino, el acceso a la educación, el reconocimiento de derechos, la lucha contra la discriminación, la exclusión, la violencia, los derechos sexuales y reproductivos, el aborto y las tantas luchas pendientes. Lo cierto es que SÍ, ESTAMOS INCÓMODAS, INCONFORMES Y HARTAS, pues más allá de los discursos de inclusión, está la persistencia de bases estructurales que piensan a las mujeres desde lugares, simbolismos y roles tradicionales, y que dificultan en gran medida el reconocimiento y el acceso efectivo a los derechos.

De acuerdo con el Observatorio de Feminicidios en Colombia, en el año 2021, se presentaron 622 feminicidios, de los cuales 24 ocurrieron en Nariño (Red feminista antimilitarista, 2022. Reporte dinámico de feminicidios en Colombia). Entre tanto, de acuerdo con el último informe presentado por el Observatorio de Género de Nariño, para el año 2020 se reportaron 226 casos de violencia intrafamiliar contra mujeres, reportando que en el 77,9 % de los registros de violencia física y en el 100% de los registros de violencia psicológica, se identifica a un hombre como agresor; en cuanto a la violencia sexual, en el 96,4% de los casos, fue perpetrada por hombres y la familia continúa llevándose el primer lugar como el espacio más riesgoso para las mujeres, sin decantar el riesgo que se cierne sobre cada una de nosotras en todos los espacios.

Todos los días se conocen noticias de agresiones contra nuestras hermanas, compañeras y amigas; todos los días el sistema nos recuerda que aun falta mucho para poder considerarnos ciudadanas plenas, no en condiciones de inclusión a un sistema masculino hegemónico, sino en escenarios donde podamos construir y edificar nuevas formas de relacionamiento, de ser y de representarnos, que integre desde la estructura nuestros derechos, intereses, necesidades y libertades.

Pensarse y saberse mujer en un contexto como el colombiano no es tarea fácil, y es por eso que las luchas históricas y la compañía, el compartir y el despertar de muchas mujeres en la actualidad, secunda esta lucha imparable que incomoda.

Estamos incómodas, sí, pero hemos asumido con coherencia y fuerza entrañable la tarea de incomodar a los sistemas patriarcales, coloniales y económicos que persisten en la idea de devolvernos a ese lugar “natural” que se nos inventó y que poco a poco, con la fuerza de todas, hemos ido arrancando.

Hemos decidido no callar, nunca más. Hemos decidido gritarle al mundo que nos están matando, que todos los días somos víctimas de diversos tipos de violencias y discriminación, que estamos hartas de la culpa que nos asesina silenciosamente, que estamos aquí, y que no nos vamos hasta arrancarle al estado eso de lo que nos han privado por decenios.

Y es precisamente, en ese ánimo de no callar, que durante el mes de marzo tendremos en Columna Abierta un ciclo de publicaciones alrededor de varias luchas de las mujeres, recogiendo la mirada de mujeres nariñenses, que desde el profundo sur hacen un llamado colectivo a reivindicar el lugar de esas luchas y de las mujeres todas.

¡Espérennos!

Diseño de imagen: Alejandro Domínguez


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