
Por Ángela Martínez Ortega
¡Cesó la horrible noche! Una frase que desde anteayer, junto a las consignas por la dignidad, la libertad, la igualdad y la vida, resuenan alto en las casas, calles, veredas y ciudades en Colombia. Y creo que el cese de la horrible noche no solo tiene que ver con la terminación de una historia del gobierno marcada por la derecha que, en Colombia, ha sido sinónimo de muerte, desigualdad, corrupción, pobreza, discriminación y represión, sino porque indica el nacimiento de una esperanza nueva.
Hoy, es Presidente un exmiembro del M-19, en cuya persona se representó el miedo al desmonte de los privilegios de los que históricamente se apoderaron de Colombia, a la manera en que los colonos se apoderaron de las tierras americanas, y que conminaron a lxs colombianxs a una vida marcada por la violencia, la precariedad y el egoísmo. Es presidente un hombre que durante toda su vida se preparó para serlo, un hombre en quien cabe la conciencia social y que, con humildad, ha acogido las apuestas de los grupos y movimientos sociales de mujeres, campesinxs, indígenas, el pueblo afro, la población LGBTIQ+, la clase trabajadora, la población con discapacidad y todxs aquellxs que siempre estuvieron por debajo de los marcados privilegios de la tradicional clase política y económica en Colombia.