Por Sara Ríos Pérez
El asunto es escribir y publicar, por el medio que sea.
Ya sea en papel impreso, virtual, con editoriales o sin ellas.
Eso es lo que permite que sepamos
dónde estamos esas mujeres que escribimos.
Suzanne Bioret
Quiero comenzar con una pregunta que seguramente ya se han hecho. Una pregunta que no busca tener respuesta pero que invita a detenernos para mirar la ausencia. Si les pregunto a las lectoras y lectores de este artículo cuáles son sus autores favoritos, ¿cuántas escritoras entrarían en los primeros lugares de su lista?
El pasado 8 de marzo el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de Colombia hicieron el lanzamiento de la Biblioteca de escritoras colombianas, la cual “tiene como objetivos rescatar las obras de autoras sobresalientes, resaltar su labor y reconocer su aporte a la literatura nacional”. Se celebra la publicación con un fuerte aplauso, con la emoción de poder leer y conocer a las autoras que la componen; sin embargo, hay incomodidad en el hecho de que deba realizarse una colección para que se reconozca el oficio de escritoras que han desempeñado las mujeres desde la colonia hasta el siglo XX en Colombia. ¿Cuántas veces se ha realizado lo mismo para dar a conocer una lista de obras literarias escrita por hombres? Sabemos la respuesta (a menos que sean hombres en condiciones marginales). Recordando la ausencia, no sobra preguntarnos por qué deben rescatarse las obras de las mujeres escritoras.
Últimamente el número de escritoras en Colombia ha aumentado y varias mujeres jóvenes se han arriesgado a escribir, aunque suene dramático. Gracias a espacios como el Premio Nacional de Narrativa Elisa Mujica, becas para obras inéditas y editoriales independientes, en los clubes de lectura se leen cada vez más publicaciones de mujeres.
¿Por qué digo que se han arriesgado? Si investigamos cómo ha sido para las mujeres dedicarse a las letras, encontramos que jamás ha sido un oficio fácil. Virginia Woolf lo retrata en su texto Un cuarto propio, donde narra cómo eran los espacios para los escritores y lo que se encontraban las mujeres que intentaban escribir: publicar bajo el seudónimo de un hombre, una recepción que la clasificaba despectivamente como «literatura femenina», etc. “El mundo no le decía a ella como les decía a ellos: «Escribe si quieres; a mí no me importa nada». El mundo le decía con una risotada: «¿Escribir? ¿Para qué quieres tú escribir?»”.
Esto sucedía a principios del siglo XX en Inglaterra, pero a finales del siglo encontramos que en América el panorama no había cambiado, tanto así que la escritora chicana Gloria Anzaldúa decide escribir una carta a las mujeres:
¿Por qué será que el escribir se siente tan innatural para mí? Hago cualquier cosa para posponerlo –vaciar la basura, contestar el teléfono (…) Qué difícil es para nosotras pensar que podemos ser escritoras, y más aun sentir y creer que podemos hacerlo.
Gloria Anzaldúa, Hablar en lenguas. Una carta a escritoras tercermundistas
Así que no resulta exagerado cuando digo que «se arriesgaron», ya que las mujeres que escriben hoy en día hacen un acto de valentía que rompe años, siglos de invisibilidad y prohibiciones que recaían sobre las escritoras en el mundo.
Pero no solo eso, también nos incomoda que nuestros textos sean percibidos con un dejo de literatura menor, encasillando la escritura de las mujeres exclusivamente en ciertas temáticas. «Cuando se habla de literatura femenina, se le suele asociar con temas de la vida privada, con lo íntimo, lo sentimental, lo amoroso, lo cursi, lo blando, lo emocional. Como si las mujeres solo pudiesen escribir desde la supuesta fragilidad de su mundo interior y no fueran capaces de una racionalidad nutrida y brutal, o incluso una emocionalidad rupturista”, dice Laura Ortiz, ganadora del Premio Elisa Mujica 2021.
Empero, las mujeres siempre han escrito sobre lo que les da la gana. En Sofoco, Laura Ortiz retrata a través de sus personajes las vicisitudes que acarrea vivir en este país. Laura Acero, desde su experiencia de trabajo, propone la narración de su novela La Paramera: “escribo de lo que hago o soy”, dice. Y otra experiencia es la que propone la novela Tefra, de la nariñense Viviana Troya, en donde intenta “responder a la pregunta sobre qué significa vivir al pie del volcán”. Cada una de ellas ha dado el salto cuántico y se han arriesgado a escribir.
Así como Viviana Troya decidió escribir sobre el Galeras, otras escritoras nariñenses se han lanzado a publicar su obra. No obstante, vale la pena preguntar por el panorama en Nariño: ¿hay espacios para las escritoras?; ¿cómo es la recepción de sus obras y el reconocimiento como pares? “El hecho de que haya mujeres que escriban en Pasto y Nariño es una certeza”, dice Suzanne Bioret, escritora nariñense que publicó en el 2021 su primer libro de poemas Fragmentos poéticos y versos eróticos de Z para A; igual que lo hicieron Mónica Mora con Geografía de los amantes del sur; Valeria Zarama con Uno, otro y otro más y Angela Sánchez con Sizygia y perseidas. Suzanne agrega: “Las publicaciones ha sido una forma de reconocernos entre nosotras y eso es lo más importante.”
Si miramos de manera general podemos observar que son pocos los espacios para que las mujeres nariñenses compartan y publiquen lo que escriben, y en ese sentido se celebra la propuesta de la sección Incómodas que inició en marzo en este medio, como un ciclo de publicaciones para exponer las luchas de las mujeres. Pero se debe decir que también resulta incómodo que exista como espacio aparte de las publicaciones habituales de Columna, lo que lo hace un bello oxímoron. Al final, ante la ausencia y la urgencia, el ciclo de publicaciones Incómodas permanecerá, al evidenciar la necesidad de un espacio para que las mujeres expongan, hablen y escriban.
Por lo tanto este texto es una invitación a dar el salto, a narrarnos en primera persona, escribir sobre lo que nos incomoda del mundo y lo que nos gusta de nuestros territorios, tomarnos ese lugar que nos ha sido vedado, apropiarnos y llamarnos escritoras, dejar de tener miedo. Como dice Anzaldúa:
Lo que nos valoriza a nosotras como seres humanas nos valoriza como escritoras. No hay tema que sea demasiado trivial (…) Los problemas parecen insuperables y sí son, pero dejan de ser insuperables una vez que nos decidimos, que aunque seamos casadas o tengamos hijos o trabajemos fuera de casa, vamos a hacer el tiempo para escribir. Olvídate del «cuarto propio» -escribe en la cocina, enciérrate en el baño.
Ilustración: María Rosero (@hipotenusala)
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