El Consejo Nacional Electoral (CNE) de Colombia es un órgano administrativo creado para garantizar la transparencia y el buen desarrollo de los procesos electorales en el país. Sin embargo, su naturaleza jurídica y su papel en el escenario político han despertado serias preocupaciones, especialmente cuando este organismo parece ir más allá de las funciones establecidas en la ley.
Si en algo se expresa el cambio en Colombia es en el tratamiento del gobierno de Gustavo Petro a la protesta social. Salvo un acto, el manejo de los conflictos nunca ha sido represivo. El paro de transportadores, que el oportunismo de la derecha pretendía convertir en móvil para impulsar su estrategia de desestabilización y golpe, culmina exitosamente desde la interlocución sincera para favorecer a los sectores más débiles. Este gobierno ha dado un giro radical de la violencia y el sometimiento por la fuerza a la protesta que era la regla, hacia el dialogo como forma de resolver conflictos. Se ratifica el talante democrático del Presidente y se derrumba la mentira del supuesto carácter autoritario.
La mención del Presidente Petro respecto a la eventual necesidad de un proceso constituyente crispó los ánimos de algunos, alteró hasta la histeria a otros y, en todo caso, puso a hablar al país político sobre este asunto. Resulta inexplicable el estremecimiento -y temor- que la sola mención de un proceso constituyente causa en los sectores más conservadores y defensores del establecimiento neogranadino, así como en sectores del llamado «centro» y hasta en ciertas figuras de la opinión pública.
El actual Gobierno de Colombia parece que va de sobresalto en sobresalto. Esto según los grandes medios de desinformación, esas industrias culturales de los grandes conglomerados económicos que son parasitarios del trabajo explotado de la mayoría de los colombianos. Pero la realidad es que este es el inicio de un proceso de recomposición de las relaciones sociales, económicas y políticas desde el reconocimiento de la dignidad humana y el respeto a la vida. Además, parece que este gobierno viniera a continuar algo que se acercara a lo que occidente llama «democracia moderna»-esa forma de organizar y garantizar la dinámica del mercado desde la estructura política y legal del estado-nación-, pero lo cierto es que viene a atravesarse a la estructura de poder criminal del narcotráfico que sigue teniendo el poder económico, social y político del país.
No todos vemos ni vivimos en el mismo país. Mientras unos seguimos construyendo un país donde la vida y la justicia social sean horizonte necesario, otros andan con angustia, terror e incertidumbre porque la guerra finaliza y sus ventajas se ponen en cuestión. Mientras el país puede hacerse para y con las mayorías, la minoría está difundiendo sus temores como necesidad democrática. En las últimas ediciones de la revista Semana hemos leído la preocupación del «país político» de que se rompa la división de poderes que conforman su Estado, la alerta sobre un Gobierno que busca imponer un «régimen dictatorial» y atacar a su democracia. Analistas dicen una y otra vez que «las instituciones, todas, quedan en alerta y deben defender la institucionalidad y la democracia» cada vez que «su majestad» arremete.
Los discursos del Presidente Gustavo Petro el 1 de mayo de 2023 pueden ser entendidos como una revisión de sus primeros nueve meses del gobierno. Ese día, horas antes de su discurso a los trabajadores desde el balcón, se posesionaron los ministros del Interior, de Telecomunicaciones, de Ciencia, de Hacienda, de Salud, de Agricultura y de Transporte para seguir con el proceso de transformación con fuerzas políticas más cercanas al Gobierno. Hay un nuevo impulso a la dinámica del cambio, se abre otro momento. ¿Qué contiene esta revisión y este nuevo momento?
Ante la incertidumbre que genera el cambio radical de gobierno en Colombia presidido por Gustavo Petro y su equipo, surge una razonable petición desde buena parte de la ciudadanía que lo eligió: «por favor, no nos fallen».
Todo significa
En la Comunicación Estratégica la información, la simbología y la interpretación de los acontecimientos son tres fichas que determinan el éxito o el fracaso del juego. La triada se puede disponer en diferentes momentos, ritmos, tiempos y circuitos que faciliten su impacto. Un poco de contexto por acá, datos por allá, relatos complementarios circulando a manera de documentales, reportajes y entrevistas a profundidad emitiéndose más allá.
Pienso hoy en lo que significó la campaña presidencial de Petro y Francia y recuerdo las palabras de Violeta Parra: “lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber”; no por desprecio a lo que significa la base programática sino porque nos hicieron vivir un momento más que emotivo en esta época electoral, nos dieron frases y momentos que dejaron sin barrera a las lágrimas. «Los vientos del sur» fue el significante llamado a llenar el vacío al que estábamos acostumbrados en cada elección que perdíamos. Hoy, luego de un cúmulo de resistencias, la celebración multitudinaria en las calles de cada territorio -en especial en Nariño- nos mostraron que merecíamos esta emotividad.
Hoy Colombia tiene presidente electo. A las cinco de la tarde del diecinueve de junio de 2022 se marcó una raya, una marca que nunca se podrá borrar en la historia de la vida política del país. La llegada de Gustavo Petro y Francia Márquez al gobierno se constituye en el giro más drástico que ha vivido el horizonte ideológico colombiano. Esta conquista del progresismo contiene un valor agregado, pues se gestó a pesar de tener en su contra a gran parte del sistema mediático del país. Las evidentes y develadas posturas de medios y periodistas durante la campaña electoral se constituyeron en un auténtico dolor de cabeza para las candidaturas del Pacto Histórico.
¡Cesó la horrible noche! Una frase que desde anteayer, junto a las consignas por la dignidad, la libertad, la igualdad y la vida, resuenan alto en las casas, calles, veredas y ciudades en Colombia. Y creo que el cese de la horrible noche no solo tiene que ver con la terminación de una historia del gobierno marcada por la derecha que, en Colombia, ha sido sinónimo de muerte, desigualdad, corrupción, pobreza, discriminación y represión, sino porque indica el nacimiento de una esperanza nueva.