Por Diana Martínez Cabrera
Foto: Frank Chavez

El 21 de noviembre, día de la convocatoria al gran Paro Nacional, salieron a movilizarse millones de personas en todo el territorio nacional. Ríos de gente inundaron las grandes ciudades y todos los municipios del país. La manifestación tenía como objetivo rechazar las iniciativas políticas, económicas y sociales conocidas como el “paquetazo” de Duque, que pretenden dejar en firme reformas tributarias regresivas para las colombianas y colombianos.

A través de consignas y pancartas la gente reclama el derecho a la educación, la salud, el trabajo digno, los derechos de la naturaleza, pero principalmente la defensa del derecho a la vida como eje fundamental para la construcción de paz en Colombia. La defensa primordial de la vida es una respuesta a la gran ola de violencia y terror, caracterizada por los asesinatos sistemáticos de lideres y lideresas sociales, indígenas, defensores de los derechos humanos, reclamantes de tierras, promotores de la sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito; en general, de todas las personas con un pensamiento divergente a las posiciones del gobierno nacional y las grandes élites económicas del país.

Fue tan grande la convocatoria que desde el día 21 se han venido promoviendo y mantenido «cacerolazos» en todo el país. Las manifestaciones incrementan, así como el descontento popular. Estudiantes, docentes, trabajadores, amas de casa, niñas y niños, diferentes sectores sociales han salido a las calles para hacer sentir su voz de inconformidad y ejercer el derecho legítimo a la protesta social. Con carteles, cacerolas, música y arte, la gran movilización nacional ya completa 5 días.

Pese a las múltiples expresiones de manifestación pacífica el gobierno nacional ha intentado desestabilizar la movilización popular; ha buscado sembrar el miedo y el pánico social en las ciudades y en los barrios. Los toques de queda, por ejemplo, buscan silenciar las voces de la protesta, negar el derecho a la movilización. De igual forma, y más preocupante aún, existen múltiples denuncias de ciudadanas y ciudadanos en diferentes partes del país, víctimas de la persecución y la violencia con la que se reprime la protesta. Diversas grabaciones y videos evidencian que la Policía Nacional, a través de su Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) ha hecho uso desmedido de la fuerza, violando los protocolos de derechos humanos y cometiendo todo tipo de atentados y afectaciones en contra de la integridad y la vida de los manifestantes.

Diversas grabaciones y videos evidencian que la Policía Nacional, a través de su Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) ha hecho uso desmedido de la fuerza, violando los protocolos de derechos humanos y cometiendo todo tipo de atentados y afectaciones en contra de la integridad y la vida de los manifestantes.

El 23 de noviembre, en el marco de las movilizaciones adelantadas en Bogotá, Dilan Cruz, estudiante de bachillerato, con apenas 18 años de edad, fue impactado violentamente en la cabeza por un artefacto detonando por los agentes del ESMAD. Dilan estaba próximo a graduarse y, como millones de ciudadanos, había salido a marchar por el clamor de un mejor país; por una educación de calidad y gratuita para toda la juventud que no cuenta con mayores oportunidades educativas, ni con garantías ni expectativas de obtener un trabajo digno para mejorar así sus condiciones de vida.

El clamor de Dilan quedó apagado ese mismo día como resultado de un trauma craneoencefálico que le provocó un estado crítico e irreversible de salud, producto del disparo recibido por parte del ESMAD. La noche de ayer, 25 de noviembre, se conoció de manera oficial, por parte del Hospital San Ignacio que, pese a los esfuerzos del personal médico, Dilan había fallecido. Hoy las manifestaciones se mantienen en las calles con dolor, indignación y rabia. Se exige el desmonte inmediato del ESMAD, que más que un escuadrón antidisturbios, opera como un escuadrón de la muerte.

La muerte de Dilan no es un hecho aislado. El ESMAD, a través del uso excesivo de la fuerza, utilizando tanquetas, cartuchos eléctricos de gas y aturdimiento, y la manipulación de armas no convencionales ha generado lesiones severas a la integridad física de los manifestantes, como lo reflejan las fotografías que muestran a un agente del ESMAD proporcionando una patada en la cara a una joven protestante en el centro de Bogotá.

La violencia del estado ha segado sueños, como el de Esteban Mosquera, estudiante de la Universidad del Cauca en 2018; ha apagado vidas, como las de Dilan, como la de Nicolás Neira, menor de edad, y Jhony Silva, los dos en 2005. Los hechos de violencia protagonizados por el ESMAD hacen parte de una estrategia sistemática de terror, que, bajo la justificación de mantener el orden público, los lleva al uso desbordado de la fuerza en contra de la población colombiana que sale a manifestarse en las calles. Por esta razón, el Gobierno Nacional, en cabeza del presidente Iván Duque, debe responder por los procedimientos que utiliza este escuadrón de la muerte contra todo tipo de manifestación y expresión popular, así como debe responder por todas y todos los líderes sociales asesinados cada día en el país.

Los hechos de violencia protagonizados por el ESMAD hacen parte de una estrategia sistemática de terror, que, bajo la justificación de mantener el orden público, los lleva al uso desbordado de la fuerza en contra de la población colombiana que sale a manifestarse en las calles.

En memoria de Dilan y de todas las vidas apagadas, el paro debe continuar. Las cacerolas se deben escuchar con más fuerza. En medio de la desesperanza y la tristeza hay que seguir en las plazas, en las calles y carreteras, para pintarlas y llenarlas de estudiantes, campesinos, afrodescendientes, indígenas y mujeres. Se debe canalizar la rabia y la indignación y convertirla en eje potencializador de la lucha social, para cantar, marchar y defender nuestros derechos. Seguir movilizándonos por el derecho de vivir en paz, como diría Víctor Jara.

¡Que la tristeza se nos convierta en resistencia, que la voz de Dilan se convierta en millones de voces en toda Colombia, que el paro se mantenga!


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