Foto de Fernando Vergara; tomada de Daily Record (dailyrecordnews.com)

Por Gustavo Montenegro Cardona

Ante la incertidumbre que genera el cambio radical de gobierno en Colombia presidido por Gustavo Petro y su equipo, surge una razonable petición desde buena parte de la ciudadanía que lo eligió: «por favor, no nos fallen».

Todo significa

En la Comunicación Estratégica la información, la simbología y la interpretación de los acontecimientos son tres fichas que determinan el éxito o el fracaso del juego. La triada se puede disponer en diferentes momentos, ritmos, tiempos y circuitos que faciliten su impacto. Un poco de contexto por acá, datos por allá, relatos complementarios circulando a manera de documentales, reportajes y entrevistas a profundidad emitiéndose más allá.

La conmovedora posesión del nuevo Presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego, logró su éxito porque supo jugar acertadamente las cartas de la comunicación estratégica. El conjuro de emociones que se despertó durante la jornada del histórico 7 de agosto fue el resultado de un acertado movimiento de información, algo de interpretación y mucho de simbología.

Desde muy temprano de ese domingo, a medida que el acontecimiento avanzaba, todos los movimientos comenzaron a sumar en la dimensión simbólica de la comunicación. La Plaza de Bolívar como escenario. La disposición del lugar para los invitados. El gesto que obligó al Rey de España a agacharse para saludar al nuevo mandatario. Los colores y mensajes bordados o estampados en el vestuario de los y las protagonistas. Hasta el clima, la atmósfera, el sol abrigando la tarde bogotana terminó por aportar a la carga simbólica de la posesión presidencial.

En la trasescena, al fondo, donde se acomodó la ciudadanía proveniente de diferentes regiones del país, también la simbología tomó su propia fuerza. Hasta la punta de una alta farola que ilumina tímidamente la Plaza de Bolívar, un joven izó una bandera de tela negra, escrita con letras blancas, todas en mayúsculas, en la que se leía: NO NOS FALLEN. Como punto final de la frase, una mano empuñada hacia lo alto.

Más allá del conmovedor gesto de que María José Pizarro haya impuesto la banda presidencial a Petro o el interesante debate alrededor de la Espada de Bolívar o del enérgico discurso de Roy Barreras o de las expresiones, algunas casi poéticas, que pronunció el nuevo mandatario, me quedo con la invocación del joven sobre la farola.

Del discurso a la práctica

El comienzo de este nuevo gobierno está colmado de retos. La llegada de la izquierda al poder es un desafío, tanto para la democracia colombiana, como para quienes personifican esta conquista electoral. Hay, sin duda, una carga de inmensa esperanza en la promesa de los cambios anunciados durante una de las campañas presidenciales más tensas y angustiantes de los últimos tiempos. La herencia del desgobierno, la corrupción y las malas prácticas del vergonzante Iván Duque, permitió que la agenda de Gustavo Petro llegara con mayor facilidad a un gran número de votantes, muchísimos jóvenes, muchas nuevas electoras y un buen porcentaje de indecisos. El agotamiento del país frente al desgastado modelo impuesto por la derecha colombiana sirvió de abono para que el mensaje de Petro calara con mayor facilidad en las emociones electorales.

Ahora bien, ya elegido, se traza la línea que divide la orilla del discurso retórico de la práctica del poder ejecutivo. Otorgado el poder por la decisión de las y los votantes en las urnas, nace la inmensa responsabilidad de un gobierno que no podrá ser menor a las expectativas de quienes dieron el sí por Gustavo Petro y Francia Márquez.

Por eso la relevancia del símbolo elevado por aquel joven de la farola. La petición, razonable y emotiva, se debe constituir en el grito de batalla del nuevo gobierno. De alguna manera el propio Gustavo Petro lo ratificó en la posesión y toma de juramento de sus ministros cuando sentenció: “nosotros no podemos fallar”.

El ejemplo ante todo

Son cientos las tareas y desafíos que el gobierno de Petro deberá encarar. Por ahora, frente al reto de no fallar, expongo dos escenarios que se constituyen en pilares de gobernanza que pueden ayudar a sostener las promesas del cambio histórico desde la mirada de la comunicación pública:

Menguar la furia de las barras bravas: resulta prioritario el mensaje del Presidente de la República para contener la agresiva manera en que muchas de sus barras bravas, de sus seguidores más fervientes y fieles escuderos se comportan ante la oposición y sus contradictores. Contribuir a la paz total también implica una moderación de los lenguajes, las formas y los símbolos. Debatir en democracia, siendo gobierno, implica tener cordura y sensatez.

Petro no necesita de un aguerrido comité de aplausos o de fieles seguidores. La Gobernanza también se fortalece desde la capacidad de la autocrítica, la dignidad del que sabe reconocer sus errores y la grandeza del que es capaz de dar pasos hacia atrás cuando sabe que se ha marchado de mala manera. Ante la oposición, que será férrea, grotesca y distorsionada, se requiere de un gobierno de altura, que debata con argumentos, con mucha pedagogía y altísima diplomacia.

Comunicar estratégicamente: abanderar un mensaje de cambio y profundas transformaciones, exige una labor comunicacional de carácter estratégico. Diálogo constante con la prensa, información precisa, disposición de agendas públicas y abiertas; voluntad de concertación con los contrarios, apertura a la crítica, buen humor frente a los caricaturistas, muchos canales de información, más ciudadanía en las vocerías públicas que propaganda institucional, más conexión y empatía con las audiencias que publicidad política pagada; datos abiertos, transparencia informativa, control emocional, fortalecimiento de los medios públicos para habilitar el curso de los relatos locales y regionales; darle la cara al país, reanudar la confianza perdida, son algunas de las consideraciones que se deberán tener en cuenta a la hora de abrir nuevos puentes de conversación entre el Gobierno y la ciudadanía. 

En concreto, casos como el proyecto de Reforma Tributaria demanda mucha de esa pedagogía ciudadana, pública y concertada para comprender el peso de nuevos impuestos, sus alcances y afectaciones. La designación de la Ministra de las TIC puede ir en contravía de los principios de rigurosidad en la contratación. Si ante el caso hay que revertir lo asignado, pues que se haga. Si la bancada que ha jurado lealtad al gobierno no cumple con lo prometido frente a asuntos fundamentales como la reducción de salarios, control a los gastos suntuosos, revisión de los tiempos vacacionales y otros detalles del mal funcionamiento de la burocracia en el legislativo, poco se podrá hacer para defender las causas gubernamentales si el ejemplo no va primero.

Así entonces, ante la incertidumbre que todavía nos rodea, frente a los primeros guiños de decisiones revolucionarias, con cuatro años por delante y toda una historia por transformar, la petición es pertinente, necesaria, simbólicamente poderosa: por favor, ¡no nos fallen!


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