Retos del nuevo gobierno en materia de salud

Por Andrea Martínez

La lógica de la salud en Colombia ha sido una historia de muerte, una historia signada por lo injusto y las inequidades que con el tiempo han configurado una salud-negocio; una salud-enfermedad; una salud que desconoce las realidades de las personas, los colectivos y los territorios; una salud que poco tiene de carácter público, pensada desde la colonialidad del poder, del saber y el hacer y aunada a gobiernos ineficientes e intereses privados que han generado profundas crisis sanitarias en el país.

Más de 200 años de un régimen político que ha gobernado a Colombia generando violencia y exclusión sistemática de cualquier forma de participación, hoy, de cara a las alternativas del nuevo gobierno, renace la esperanza. Recibimos este momento con extraña alegría porque nos cuesta creer que un panorama distinto sea una realidad y en el fondo ansiábamos con desespero una elección como acto de paz, que permitiera asumir una constitución postergada por décadas, como la hoja de ruta y el inicio de una transición hacia una sociedad de derechos.

Desde el 19 de junio, la alegría ha sido precedida de profundos análisis sobre lo que viene; surgen, entonces, retos de gran magnitud en materia de salud, donde resulta urgente replantear las concepciones que han rodeado este concepto con sus prácticas, asumir una perspectiva construida en sociedad, considerando que para transformar una realidad se necesitan voluntades políticas, capacidades de gobierno y de gestión que acompañen las decisiones sociales.

En este sentido, cabe mencionar algunos problemas a superar, entre ellos la transformación de la salud como negocio, donde el complejo industrial, médico y financiero ha tenido la función de vender tecnología y medicamentos, saqueando los recursos con millonarios contratos dirigidos a empresas privadas, sin importar la calidad para tratar las condiciones de enfermedad de las personas; asimismo, hablar de la privatización de la salud resulta fundamental, puesto que el funcionamiento de las Entidades Promotoras de Salud (EPS) ha generado la centralización de los recursos, dificultando su llegada a las entidades prestadoras de salud; en este aspecto, hay que resaltar que no existe un sistema de información que permita realizar un seguimiento al destino de estos recursos financieros y su distribución; de ahí los graves problemas en la infraestructura necesaria para el funcionamiento de las entidades en condiciones dignas, así como la capacidad instalada para atender las necesidades y evitar el tiempo prolongado de espera al acceder a un servicio; además de salarios injustos para el personal asistencial y administrativo en salud.

Quizás una de las grandes críticas al modelo de salud es la influencia del pensamiento hegemónico y biomédico, centrado en el positivismo, el preventivismo y la atención curativa hospitalaria, es decir, un modelo para atender la enfermedad, que pretende controlar a las personas mediante la etiqueta de un diagnóstico que cataloga a los sujetos como funcionales o enfermos, normales o anormales, generando poder y control sobre las vidas humanas; pero además, un discurso que habla de participación y se enaltece con indicadores, cuando realmente las comunidades, las organizaciones sociales y territoriales no son escuchadas desde sus necesidades y saberes en los procesos de formulación y ejecución de las políticas públicas.

Es así que resulta necesario retomar nuevas categorías que posibiliten analizar, pensar y construir la salud. Pasar de la salud biomédica, la epidemiología y la medicina clásica a la salud colectiva y la medicina social, que establecen otro horizonte al plantear un campo que considere las necesidades sociales de los grupos poblacionales, pero también la organización de los servicios y la gestión de la salud, y no simplemente los riesgos, enfermedades y muertes, pretendiendo gestar procesos sociales, donde el cuidado de la salud pueda asumirse como un escenario donde convergen las formas de pensar, los saberes tradicionales de los pueblos y las maneras de resistir desde las comunidades y sus territorios.

Se debe analizar en profundidad todo aquello que configura el estado de salud de las personas, superar las inequidades por género, etnia y clase social, para entender la salud desde una perspectiva de derechos, que permita el acceso para todas y todos, y donde los enfoques interculturales, de género, interseccionales, diferenciales, etc., tengan cabida en la práctica social, y no simplemente en los documentos que plantean las políticas de gobierno.

Otro de los grandes retos es trascender hacia una perspectiva de defensa de la madre tierra y los saberes de quienes la habitan. La salud mental, el buen vivir, el vivir bonito, vivir sabroso deben convertirse en una realidad y, en este mismo sentido, ampliar la expectativa sobre el actuar de quienes integran el nuevo Ministerio de Salud sobre la necesidad de darle a la salud mental el lugar que merece en una Colombia devastada por el miedo, el sufrimiento, la muerte, la guerra y la violencia, puesto que en comunidad también se tejen formas de vincularse, lazos sociales y formas de repararse; es decir, una salud mental que salga de los consultorios y de los procesos clínicos terapéuticos para convertirse también en formas alternativas de convivir en sociedad.

Por otro lado, resulta importante trabajar de la mano con las universidades, tanto en la enseñanza como en los procesos de investigación en salud, es decir, generar conocimientos y prácticas desde un componente intersectorial, puesto que ningún asunto de salud está aislado de otras disciplinas. Es por esto que un Ministerio de Salud no debe actuar solo, sino a partir del análisis de todas las problemáticas de carácter social; pues no es posible concebir la salud si la vida digna no se convierte en premisa, si la vivienda, la educación, el alimento y el trabajo no conforman las condiciones y las capacidades humanas de pensar la salud y construir futuros mejores.

Finalmente, replantear el Modelo de Atención Primaria en Salud, con sus principios básicos; no como se ha entendido en Colombia desde el primer nivel de atención, sino como la organización social y comunitaria de base que genere promoción de la salud en el sentido amplio de la palabra y en donde los individuos no sean fragmentados desde lo físico, lo mental y lo social.

El reto: construir una salud para la paz, una salud para la vida. Por una Colombia donde la salud no sea un privilegio, sino un proceso para vivir con dignidad.

Foto de Marcelo Leal en Unsplash


Síguenos en nuestras redes:

Facebook: columnaabiertaweb
Twitter: @Columna_Abierta
Instagram: columnaabierta/