Este 2021, que está a pocas horas de acabarse, quedará en la memoria como el año de la indignación. Como no se había visto nunca en nuestra historia reciente, el pueblo colombiano se volcó a las calles de manera masiva y contundente para manifestar su rechazo a un gobierno lesivo e indolente, incapaz de conectar con el sentimiento y necesidades de una población angustiada por el hambre, el desempleo, la violencia y muchos otros males que no hicieron más que agudizarse en tiempos de pandemia. La respuesta del gobierno a la movilización ciudadana estuvo signada por la violación sistemática e institucional de los derechos humanos, de lo que han dejado constancia sendas investigaciones llevadas a cabo por organismos no gubernamentales, pero también organismos multilaterales como la ONU.

Las protestas y manifestaciones ciudadanas, por un lado, y la respuesta antidemocrática y desmedida del gobierno por otro, dejaron claro dos cosas:

1. Que el pueblo colombiano ha recuperado su rol como agente de cambio, logrando algunas victorias institucionales importantes y dejando sentadas las bases para un cambio político en 2022;

2. Que en Colombia se instauró una dictadura de facto evidenciada en la captura política de los entes de control, la violación sistemática de los DDHH y el retorno a un régimen de terror que ha conbrado la vida de cientos de líderes, lideresas sociales y ambientales y otros tantos ciudadanos y ciudadanas comunes.

El sentimiento de hartazgo es generalizado, tal como lo demuestran los sondeos de popularidad y aceptación del gobierno y la desconfianza en las instituciones, lo cual permite augurar un cambio más que necesario y soñado en 2022. Sabido es que la política continental se mueve en ciclos y, después de una década de hegemonía de la derecha en Latinoamérica, la región parece empezar a dar un “giro” hacia el progresismo que podría favorecer ese mismo viraje en Colombia, único país de la región en donde el progresismo no ha tenido la oportunidad de gobernar.

2022 será un año definitivo para nuestra democracia, será un año de cambio, un año en el que las luchas y sacrificios de tantos y tantas compatriotas que aguantan día a día sean finalmente recompensadas con la llegada al poder de nuevos actores políticos y sociales, justamente aquellos y aquellas forjados al interior de los movimientos sociales que fueron protagonistas en este 2021: los y las jóvenes que aportaron su conocimiento y su esperanza; las mujeres que nos vienen enseñando nuevos modos de ser y de actuar; los campesinos y campesinas que nos mostraron que la solidaridad es un buen antídoto contra la injusticia; los hombres y mujeres negras que exigen que reconozcamos su enorme aporte a nuestra cultura; lxs artistas y los ciudadanos y ciudadanas comunes y corrientes que este año dieron lecciones de dignidad, de resistencia y sembraron la semilla que brotará del duro asfalto de las calles para convertirse en esa primavera tantas veces anhelada y que hoy, por fin, parece al alcance de nuestros sueños.

Feliz 2022.


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