Por Gustavo Montenegro Cardona
En la comunicación política no se puede dar nada por hecho. El debate electoral colombiano está encendido y los medios de comunicación son fichas estratégicas en el tablero de cada jugador. No habían terminado de definirse los resultados de las legislativas del 13 de marzo y el lunes 14 ya Semana y El Tiempo habían armado un primer intento de debate presidencial. Solo unos días después se realizó el debate para tratar los asuntos regionales desde El Colombiano y una semana después RCN emitía “El gran debate” al tiempo que la firma Yanhaas ponía en circulación las cifras de una nueva encuesta.
Hasta el momento, los debates han resultado sosos, poco profundos, mal orientados y desequilibrados en tono, participación y contenido. En estos días de álgida comunicación mediática, llamó la atención que, justamente, luego del debate convocado por el Canal RCN, en sus espacios informativos circularon las gráficas que interpretaban los resultados de la denominada “Gran Encuesta” que compara, entre otros aspectos, el crecimiento de las candidaturas y su favorabilidad ante el público elector.
Una de esas imágenes establece una comparación entre Gustavo Petro y Federico Gutiérrez. Los datos de Yanhass informan que para diciembre de 2021, el candidato Petro se ubicaba en una favorabilidad del 25%, mientras que Gutiérrez apenas llegaba al 3%. Sin embargo, el diseño visual representa un estado equitativo entre estas dos cifras y las ubica en el mismo nivel de la gráfica de tendencia.
Además, la información indica que Petro pasa del 25% a un 27% entre diciembre de 2021 y enero de 2022, hecho que justifica que la línea visual muestre una ligera pendiente. Sin embargo, Gutiérrez se mantiene con el mismo 3% entre el mismo periodo de tiempo y aún así, gráficamente también se sugiere una línea de ascenso que debería haberse graficado con una línea recta. Luego compara el dato de crecimiento de Petro que pasa de enero a marzo con 10 puntos porcentuales en su favorabilidad y Gutiérrez creció 16 puntos, significativos, claro, pero en ningún momento, o al menos en la matemática esencial, 19 ha sido mayor que 37. La razón básica de la comparación numérica indica que aunque Gutiérrez ha mostrado una
tendencia de crecimiento, la favorabilidad de Petro tiene 18 puntos de diferencia que, en política electoral, es inmensa.
Los realizadores audiovisuales conocen del poder de la imagen. La premisa de que “todo entra por los ojos” la dominan a la perfección. Saben que en la era de la inmediatez, del scroll, de la visualización de tres segundos para comprender una historia y la dispersión de los sentidos por efecto del denominado multitask, el efecto informativo de una imagen tergiversada puede tener un impacto a favor de sus intereses particulares.
El medio se escuda en que presenta la información de un tercero. El medio toma los datos y los representa agregando una postura editorial, convirtiendo la información en su decisión política y le entrega a su audiencia, un mensaje filtrado. La interpretación, acomodada, infringe el derecho ciudadano de contar con información clara, transparente, veraz y objetiva. El medio, por su parte, la subjetiviza, la decora, la encapsula y así la circula para generar una influencia en el público que no siempre se toma el tiempo de medir, analizar o comparar. Si poco tiempo hay para digerir el afanado almuerzo del medio día, mucho menos existe el tiempo requerido para estudiar una gráfica de tendencia electoral.
Si bien los medios de comunicación son negocios, empresas de la información, su misión está centrada en el servicio público a favor de la ciudadanía. Negocio y misión deberían andar por andenes separados. Para eso, justamente, existen los géneros editoriales, las secciones especializadas, los lugares destinados para que el medio manifieste su pensamiento, postura e ideología (si la hubiera), de manera que la información pública circule sin tamizajes, sin alteraciones y sin ningún tipo de manipulación.
Aún falta mucho por recorrer en esta carrera electoral donde lo que hemos visto, puede ser poco, todavía, de cara a unas elecciones presidenciales que deberán tener mucho control, veeduría ciudadana y un altísimo nivel de atención frente al papel de los medios y su cada vez más enrarecido comportamiento.
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