Coxsone

Clement «Coxson» Dodd, fundador de Studio 1

Por Lorena López y Camilo Parra

El 29 de noviembre de 2018 la Unesco daba la noticia al mundo: el reggae había sido declarado patrimonio inmaterial de la humanidad. En su comunicado, el organismo destaca «su aportación a la reflexión internacional sobre cuestiones como la injusticia, la resistencia, el amor y la condición humana [que] pone de relieve la fuerza intelectual, sociopolítica, espiritual y sensual de este elemento del patrimonio cultural».

Mas allá del hecho noticioso, quizá convenga hacer una relectura de las connotaciones enteramente políticas que tiene esta expresión musical, sin dogmatismos, como forma de comprensión de un momento específico y, sobre todo, como formas creativas de resistencia contra Babylon. La música, como tantas otras expresiones humanas, está influenciada por necesidades ideológicas, tendencias identitarias y de poder; a la par que se desarrollan los cambios sociales, también la música lo hace y su vínculo con el entorno social determina su forma de creación y sus canales de difusión. En lo que sigue haremos una aproximación a estas connotaciones en la experiencia musical jamaicana.

Un poco de historia

El reggae se originó en los suburbios de Kingston (capital jamaiquina) en los 60’s y una década más tarde ya era conocido en todo el mundo, convirtiéndose en un referente mundial de la música caribeña; su internacionalización conlleva así mismo un sentido de descolonización y resistencia; en Inglaterra, por ejemplo, el reggae responde a las necesidades socioculturales de los inmigrantes jamaiquinos y sirvió como instrumento de identidad étnica en la esfera de la protesta política que se vivía en ese entonces, siendo consonante al movimiento punk británico. (Para profundizar sobre este tema, compartimos el podcast «El legado Jamaiquino»).

En sus inicios y en su forma más primigenia, el reggae es una variación del ska de los años 50, que a su vez es una mezcla de calypso, ritmos caribeños como el mento y, sobre todo, jazz y rhythm and blues; esta forma evolucionó hasta el rocksteady que aparece a mediados de los 60 y que mantiene la esencia del ska. La mayoría de los intérpretes de estos géneros provenían de las comunidades negras empobrecidas de West Kingston o formaban parte del movimiento Rastafari, lo cual fue causa de su marginación por otros sectores de la sociedad (Giovanetti 2001).

Lo que hoy conocemos como reggae surgió a finales de los 60, distinguido de sus antecesores por un ritmo más lento, un contenido social y de protesta más explícito en sus líricas y una estructura sonora basada en el sonido del bajo y la batería. Entre los muchos significados de la palabra se encuentran «everyday» (de cada día) o «from the people» (del pueblo), aunque algunos intérpretes han ofrecido más perspectivas: Bob Marley afirmaba que significa «la música del rey» y Joe Higgs la asociaba con la voz patois «streggae», que significa «rudeza» (Ibíd.). En todo caso, con el reggae diversos partidos políticos así como el Movimiento Rastafari tuvieron un medio de expresión dentro de la sociedad jamaiquina y también ante otras sociedad en el Caribe y el resto del mundo.

El ska surge no solo como una expresión musical como respuesta al proceso de colonización en el país. Luego de la II Guerra Mundial, Gran Bretaña venía asumiendo un papel de protectora en sus colonias, manteniendo cierto margen de dominio que empezaba a desgastarse; tal es así que en 1962 la Federación de las Indias Occidentales, después de librar sendas batallas políticas con los principales líderes políticos del país, logra la independencia de dos de estas colonias, Trinidad y Tobago y Jamaica. Este hecho, tal como lo explica el antropólogo Kenneth Bilby, permitió el surgimiento de nuevas expresiones en el pueblo jamaicano:

El ambiente prevaleciente de orgullo nacional tuvo el efecto de fomentar -al menos en las artes- una apertura creciente hacia expresiones culturales autóctonas y estimuló un aumento en la experimentación musical consciente con formas folclóricas rurales. Fue en este ambiente general en que emergió la primera forma verdadera de música popular urbana de Jamaica, conocida como ska.

En Jamaica, el 6 de agosto es, además del día en que se celebra la independencia, un día de fiesta nacional: el poder negro (Black Power) expresado a través de la música se representa en letras como la de la canción de Derrick Morgan «Forward March»: «sing a song, we’re independent» (canta una canción, somos independientes), versos que la convirtieron en una suerte de himno nacional a ritmo de ska. Esta relación entre la música y las coyunturas sociales debe verse como un proceso paralelo en que ambos causan efectos el uno sobre el otro. No hay duda de que la música, a pesar muchas veces de su ánimo comercial y disociador, ha tenido una función social, correspondiente a necesidades objetivas (llámese descolonización en este caso), tanto que cuando se produce un cambio en la estructura social, se cambia la función de la música misma.

“Get up, stand up for your rights”

En los años 70, estos cambios paralelos develan cierta evolución de la música desde el ska hasta el reggae, dentro de acontecimientos particulares. Luego del proceso de independencia, Jamaica vive una crisis social profunda, que se agudiza con la prohibición de la entrada al país de Walter Rodney, un intelectual revolucionario, crítico con lo que llamó un “suicidio de clase” dirigido particularmente a los intelectuales y clases políticas que no dudaban en unirse a los sistemas de opresión y utilizar su conocimiento para perpetuar la explotación, al tiempo que utilizaban el reggae como un eje movilizador e identitario (hubo excepciones como Norman Manley, líder sindical y de un papel relevante en la Federación de las Indias Occidentales durante el proceso independentista). Dicha prohibición se fundaba en el miedo de los sectores dominantes al desarrollo de una ideología política radical fundamentada en movimientos de base mayormente relacionados con el Poder Negro y el Rastafarianismo, que amenazaban el régimen político de ese entonces (Babylon). En este convulsionado contexto surge el reggae como contenido palpable de protesta; a medida que empeoraba la situación social el contenido social dentro de la música aumentaba: la canción «Everything Crash» de The Ethiopians, lo demuestra así:

Firemen strike! Waterman strike!
Telephone company too! Down to the policemen too!

(¡Huelga de bomberos! ¡Huelga de los pescadores!
¡La Compañía telefónica también! ¡Hasta los policías también!)

Pero la violencia política que giraba en torno a las crisis social y del poder político en manos del PNP (Partido Nacional del Pueblo) y el JLP (Partido Laborista) desencadenaron una violencia política en los suburbios de Kingston; en este contexto, el poderoso simbolismo del reggae daba nuevamente rastros de paz al ponerse del lado de los deseos de la población jamaiquina: “Everybody is crying out for peace, none is crying out for justice” («Todos claman por la paz, ninguno por la justicia»; Peter Tosh, «Equal Rights») o “When you think is peace and safety, a sudden destruction. Collective security for surely, Yeah” («Cuando piensas que todo es paz y seguridad, surge una destrucción repentina. Seguridad colectiva sin duda, sí!»; Bob Marley, «Rat Race»). Es evidente que los cambios sociales difunden el mensaje político de manera más contundente en los sonidos revolucionarios.

Slavery Days

¿Recuerdas los días de esclavitud?
Nos pegaban duro, el trabajo era duro…
nos usaron y luego nos rechazaron.
Burning Spear, «Slavery Days».

Los esclavos fueron desarraigados, destribalizados, desnombrados, deshumanizados. Lo único que el opresor no podía quitarles era su humanidad. […] Los hijos de la diáspora luchan por un lugar en la sociedad hasta estos días, luchan por sus identidades, mal concebidas desde que los barcos negreros llegaron al Nuevo Mundo.
Michael Manley (citado en Giovanetti 2011: 77).

Por supuesto, este legado contiene un componente identitario étnico sumamente fuerte; la herencia africana, presente en multitud de expresiones musicales -desde el blues hasta el reggae-, es evidente en las músicas del llamado Nuevo Mundo, pero se hace presente también en las rutinas y cosmogonías rastafari.

Las raíces africanas en los ritmos musicales sirven como soporte a esa identidad en ejecución y audiencia. No resulta aventurado asegurar que sin el impacto rítmico como recurso de comunicación la canción hubiera sido insignificante; el ritmo es una muestra del black power, de la energía de esa identidad cultural dentro de Jamaica. Ese “retorno a África”, más allá de ser un estribillo de las canciones, es una muestra de cuán significativa puede ser esta herencia para las poblaciones negras. La música ha sido el medio por excelencia de construcción de esa identidad, así como la pertenencia a los sectores marginales. Es el caso de los famosos sound systems, suerte de discotecas ambulantes que, desde sus inicios, estuvo circunscrita al ámbito de los guetos y que sirvió de medio de difusión del reggae y el dub.

La cultura deviene política; esta articulación es una batalla en la industria cultural, que se da no en la producción del sentido de apropiación sino en su circulación, que es donde se juegan proyectos de vida, identidades, estéticas y valores. Esa circulación es el medio comunicativo del reggae, para plantear demandas, exigir derechos, compartir visiones de mundo y sensibilidades. En la circulación, mucho más que en la producción, esta batalla es de naturaleza contrahegemónica (una batalla cultural gramsciana) y el reggae es un ejemplo de esa resistencia cultural y creativa, ya que, la particularidad jamaiquina tiene que ver con el proceso cultural de circulación de una música producida en los sectores sociales bajos (West Kingston) para los sectores sociales bajos; fortalecida, además, para hacerse sentir frente a otros sectores sociales. Hoy, el carácter político y de protesta y su formación de identidad étnica y social, ha sido resignificado; en su contexto original, el reggae es un documento social e histórico, un instrumento de protesta contra la opresión y de movilización política para los grupos subalternos.

Reggae y política hacen parte del análisis sociopolítico de este legado; la transformación que tuvo el mundo político jamaicano le da un papel relevante a la discografía local, que generó patrones musicales de impacto universal, duraderos. El “mensaje” musical es el punto central y único sentido del reggae, que se establece en su forma misma, sin necesidad de remitirse a las letras de las canciones. Así mismo, las canciones son un conductor político; en su aspecto literario actúan como resultado de una producción discursiva, participa tanto de los procesos sociales como del sistema significante en el cual está inserto.

Esta disertación entabla diálogos sobre la presencia de su intelectualidad en la sociedad, tratando de identificar cómo estos cumplen su papel en lo que se refiere a la formación de opinión del público. Este, por tanto, se aleja del consumo cultural, consumo que se identifica con estilos, que moldea la producción a través de la demanda, y al mismo tiempo configura un universo político local en el cual la creatividad se convierte en industria, en alineamiento de opinión, de dependencia y hasta de una especie de solipsismo activista, una suerte de lucha hasta donde no impida la comodidad. El reggae, al contrario, es una expresión cultural revolucionaria, alejada de los postulados neoliberales del consumismo.