Por Viviana Enríquez Mora
«El feminismo consiste en que las mujeres elijan el destino que quieren para sí mismas».
Alexandria Ocasio-Cortez
Este mes de marzo llego a mis 40s. En mi vida como feminista, las luchas por ser quien soy y las búsquedas por encontrar un lugar en el mundo se hacen más visibles ahora y las veo tranquila desde un horizonte personal que me llena orgullo y me muestra más claro mi camino como mujer. Encontrar trabajos, espacios y personas donde el discurso sea coherente con el hacer se vuelve más importante pues entiendes por qué te revelaste con las personas que un día admiraste tanto; incluso una entiende la importancia mayor de alejarse de ellas y buscar, en cambio, rodearse de personas y mujeres que no solo se dicen feministas sino que además lo practican y lo cuestionan con sinceridad y honestidad en sus vidas. Esto, a los cuarenta, se volvió primordial en mi vida, para conservar y cultivar amistades, lograr una relación de pareja y mantener buenas relaciones con lxs amigxs, jefes, colegas e incluso la misma familia.
A mis 40 he comprendido que no existe solo una forma de ser feminista ya que, como el género, también una se construye y se deconstruye cuando tiene la oportunidad de rodearse de personas con quienes cuestionar y conversar con tranquilidad sobre las cómodas desigualdades de las que se nutren y benefician muchas personas; sobre las prácticas más tecnológicas o sofisticadas pero cada vez más naturalizadas de violencia en la pareja, en el trabajo, en la familia, con amigos y amigas; sobre el clasismo, el racismo y muchos ismos más que reproducen una serie de desigualdades desproporcionadas para las mujeres de todas las edades e incluso para los mismos niños y hombres en nuestra sociedad.
Solo por poner un ejemplo de aquellas pequeñas luchas diarias que ahora comprendo y de las que ahora disfruto como logros quiero referirme al derecho de las mujeres profesionales. En mi caso, puedo decir que he tenido la fortuna de tener un trabajo digno y decente en igualdad, aunque he sufrido también la discriminación, incluso de parte de otras mujeres que desde una posición de superioridad jerárquica discriminan a otras por ser más jóvenes, humildes, recién graduadas, sin experiencia, cómo si solo lo que ellas han vivido correspondiera a la experiencia y el conocimiento más puro y cercano de lo que debe ser una feminista de vanguardia.
Siempre me pregunté, ¿no es esto contradictorio? Como si por ser mujer joven estuvieras condenada a aceptar sueldos bajos, a trabajar y cumplir horarios en contratos no laborales e incluso a aguantar malos tratos o sacrificar tu descanso, tu almuerzo, porque «la causa así lo amerita”. Entonces te encuentras con jefes que justifican descuidarte por responder lo que dicen es “urgente” para cambiar la realidad de las mismas mujeres. Si además no tienes hijos, entonces te piden más tiempo que a las demás. Es un contrasentido, ver a algunas mujeres hablar de cuidado y promoverlo como un derecho y en la realidad se descuidan ellas mismas, a sus equipos de trabajo, a su familia…
A mis 40s ya sé también que es importante llegar a la política porque allí se toman decisiones importantes para el desarrollo del país; sin embargo es necesario reflexionar y tomar decisiones honestas: por ejemplo, no puedes seguir apoyando a políticos o políticas jóvenes en lxs que alguna vez creíste, pero que para permanecer en el poder siguen haciendo lo que otros políticos a los que él mismo critica hacen; o jefes y líderes/lideresas que objetivizan a las mujeres de su equipo, dividiéndolas en las mujeres para mostrar en los cócteles porque son “bonitas” y las demás, que trabajan a la sombra, asumiendo muchas veces mayor carga laboral y menor compensación económica.
A mis 40s también comprendo que podemos cuestionar sin miedo a las compañeras feministas que maltratan a los hombres que quieren acompañar nuestra causa, como nuestras parejas hombres que quieren salir con nosotras a las marchas.
A mis 40s también puedo decir que no necesito odiar a los hombres para decir que soy feminista y que afortunadamente he construido una relación de pareja en donde todos los días construimos en igualdad de derechos y oportunidades. Que como abogada y defensora he podido atender casos de violencia y saber que no todo es blanco o negro.
Creo que es hora de dar el paso al cambio: en mi caso, me siento convertida en una feminista que sin miedo reconoce, por ejemplo, que el derecho es patriarcal, pero me atrevo a ser crítica todo el tiempo, como de mi propia vida con amor y paciencia.
Solo quiero decir al final que, sobre todo a mis 40s, se volvió más importante seguir decidiendo sin culpa y con más confianza en mí misma el no estar en lugares y con personas con quienes no comparto prácticas coherentes de igualdad y no discriminación. No en vano cuando una es más joven tiene esa capacidad para identificar los tratos desiguales, injustos y las violencias; no en vano una se convierte en abogada jurisgenerista, defensora de derechos humanos y, obvio, de sus propios derechos. No en vano una se ha empeñado en construir su propia vida feminista, desde la autocrítica constante, desde el aprendizaje con todas y todos, desde el respeto y desde la honestidad por más dura que sea.
Eso definitivamente es madurar. Si es que le queremos llamar así.
La vida es un viaje, habrá lugares y personas que van y vienen, pero se trata de vivir y construir un mundo más fiel a ti misma siempre, porque el feminismo no se trata de un discurso políticamente correcto sino de una forma de vida, un trasegar para seguir luchando por mejores oportunidades y derechos para todas.
Foto de Viridiana Rivera: https://www.pexels.com/es-es/foto/dia-internacional-de-la-mujer-15903648/
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Gabriela Muñoz Gomez dice:
Excelente columna, recoge las vivencias y sentires de muchas mujeres que vemos el feminismo como un estilo de vida que nos convoca a todxs sin discriminación.
8 marzo 2024 — 18:12