Por Carolina Bastidas*
Foto: Paola Gavilanes

Construir un nuevo mundo es una premisa que se asume en el camino de las transformaciones sociales; sin embargo, buscar dentro del proceso de cambio la subversión de ámbitos personales, emocionales, sociales, políticos, culturales, es un reto y desafío que las mujeres enfrentamos en el ejercicio de reconocernos en el bello mundo de los feminismos.

Decía Marcela Lagarde en su libro Claves feministas para la negociación en el amor que la batalla feminista nace en medio de la disputa entre el contexto tradicional y moderno en el cual nos movilizamos las mujeres. Es decir, vivimos una constante lucha para vencer los conservadurismos propios, las cadenas de una sociedad patriarcal que nos ha educado y que se visibiliza en actitudes, expresiones, relaciones socioafectivas que permiten la reproducción de distintas formas de violencia.

Desentrañar la lógica de esos lazos de opresión en las relaciones más íntimas es, desde luego, gestar un movimiento de liberación que empieza por eliminar los prejuicios establecidos en una sociedad de consumo en relación con la concepción del cuerpo y la vida. La afirmación de que “lo personal es político” se asume así como una consigna que propugna por una nueva filosofía de metamorfosis inicialmente en la esfera privada o personal para luego incidir en el campo de lo público y ejercer rupturas sistémicas en relación al rol asignado a las mujeres en el terreno de lo social y lo político.

Desentrañar la lógica de esos lazos de opresión en las relaciones más íntimas es, desde luego, gestar un movimiento de liberación que empieza por eliminar los prejuicios establecidos en una sociedad de consumo en relación con la concepción del cuerpo y la vida

Tal vez muchas se pregunten: ¿cuál es la ruta específica para transitar el camino del feminismo como una gesta de emancipación? La respuesta no es un dogma o un precepto religioso o político, dado que no hay una receta precisa para ser feminista. Es un camino para revisar continuamente el proyecto de vida que hemos tejido las mujeres, entendiendo los contextos de dominación, discriminación social y política que hacen de la perspectiva interseccional, o desde la comprensión de la coexistencia de múltiples formas de opresión (clase, etnia, sexo, género, nacionalidad, diversidad, etc.) la puerta para profundizar los procesos de mutación y deconstrucción de cara a la exigibilidad de derechos.

Esa catarsis interna que se ha planteado en la propuesta de revolución personal y profundamente política se vuelve acción colectiva desde la juntanza de mujeres que hace que el acumulado de luchas que cada una transcribe en su experiencia se convierta en un motor movilizador de consciencia colectiva para agenciar no solo transformaciones personales sino cambios profundos en las lógicas de poder y en las estructuras estatales y sociales.

Abandonar la sumisión, el silencio, el miedo, el individualismo, para hacer de la sororidad y la articulación de feminismos una trinchera para decir ¡basta! a un constructo social que ha instrumentalizado a las mujeres con violencia física, psicológica, cultural y emocional; decirle ¡basta ya! a un sistema que ha pretendido imponernos una vida basada exclusivamente en la función reproductiva y no en la realización de un proyecto personal de las mujeres es indiscutiblemente la emergencia de un fenómeno político que golpea cimientos de un poder patriarcal y machista que ha permeado todo tipo de ideologías en pro de justificar la supremacía de un prototipo de masculinidad sustentada en el odio, la agresión y la exclusión que, incluso, es física (feminicidio).

Abandonar la sumisión, el silencio, el miedo, el individualismo, para hacer de la sororidad y la articulación de feminismos una trinchera para decir ¡basta! a un constructo social que ha instrumentalizado a las mujeres con violencia física, psicológica, cultural y emocional

Reivindicar los feminismos desde esa revisión íntima de nuestro papel en el mundo, analizar el sincretismo de opresiones para contraponer libertades y derechos coherentes con la nueva historia que escribimos día a día, en cada marcha, grito, batucada, círculo de mujeres; es la mejor forma de ejercer memoria y gratitud por aquellas que han permitido esta evolución; es sentir el fuego que crepita de indignación por las textileras quemadas aquel 1908 en la ciudad de New York; es sentir a nuestras lideresas sociales abusadas y asesinadas para crear resiliencia desde la protesta, la propuesta y la liberación de las que decidimos juntarnos para abrazar las banderas de nuestra propia revolución.

*Abogada feminista


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