Por Wilmer Rodríguez
Y como cada hombre nacía bajo el signo de una estrella, Irra iba a ser el depositario del destino de los hombres. Iba a darse cuenta de por qué unos nacían bajo el signo de una estrella buena. Y conocería por qué otros hombres nacían bajo el imperio de una mala estrella.
Durante la noche brillaban millares de estrellas en el firmamento. Unas titilaban como la verde candelilla entre el verde follaje del bosque.
Otras inundaban el cielo azul y la parda noche con el purísimo brillo del diamante.
Miles casi no se advertían, sino que navegaban en el universo, como navega una gota de lágrima sobre la mejilla de una niña.
¡Oh, influjo implacable de los astros sobre el alma de los mortales!
¡Oh, Dios! ¿En cuál estrella pusiste mi llave?
Algunos nacemos para morir sin tregua… Otros nacen para la alegría.
Son estrellas diferentes.
Las de ellos titilan eternamente y tienen el precio del diamante.
Y la mía, Señor, es una estrella negra… ¡Negra como mi cara, Señor!
El 9 de abril de 1948, a causa de los disturbios y saqueos provocados por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en la ciudad de Bogotá, era quemado el borrador original de una de las novelas más importantes de la literatura afrocolombiana: Las estrellas son negras. Con el apoyo de un grupo de amigos cercanos, pasadas algunas semanas Arnoldo Palacios logra reconstruir la novela que cuenta la experiencia de vida de los afrocolombianos en un país racializado, que discrimina, margina y violenta la expresión de vida de las comunidades negras. Con altas dosis de autobiografía, mezclada con una mirada crítica de la sociedad de la época, Palacios pone en el plano de la literatura nacional la expresión estética de un mundo literario desconocido e invisibilizado.
Aunque no existe mayor información sobre su biografía, Arnoldo Palacios nace en 1924 en el municipio de Cértegui, departamento del Choco; se sabe que desde la edad de 2 años padeció una poliomielitis que le obligó a usar muletas a lo largo de toda su vida. Tuvo la oportunidad de estudiar la secundaria en Bogotá, donde prosiguió con estudios universitarios en Derecho. Gracias a su novela ganó una beca que le permitió viajar a Francia para estudiar lenguas clásicas en La Soborna. En Las estrellas son negras, Palacio mezcla su experiencia de vida, la tradición oral de su región, la descripción del paisaje natural del Chocó, con elementos fantásticos y recursos del realismo social. Su novela nos habla también del hambre, la pobreza, la violencia y el racismo que han padecido históricamente las comunidades afrocolombianas en el país.
La novela narra un día cotidiano en la vida de Israel/Irra y su familia en la lucha por sobrevivir en la ciudad de Quibdó. Irra busca desesperadamente saciar el hambre que lo embarga desde hace varios días; siente nauseas, debilidad, empieza a delirar. En un monologo interior, donde las distintas voces de Irra se debaten en un conflicto sin tregua, la novela nos muestra los estragos del hambre y la miseria en la construcción de la identidad y la subjetividad de Israel. Un proceso de somatización que nos lleva del vómito y las náuseas producidas por la desnutrición y la descomposición de los desechos orgánicos en el mar hasta la ira desenfrenada e incontrolable que siente Irra frente a sí mismo y su situación. Palacio nos muestra esta dualidad: un personaje que se ve y se siente como mira y percibe su entorno.
La novela nos muestra, además, cómo se construye el odio, el resentimiento. Evidencia lo que lleva a un hombre a perseguir desenfrenadamente su destrucción o la destrucción de los otros. En Irra es la repugnancia y el dolor que siente al ver su familia, a sus amigos, sus semejantes en un estado de desmoronamiento constante. Los pasajes más profundos de la novela transitan por la mente de Irra, muestran la formación de una conciencia crítica del mundo que Irra experimenta con dolor. Palacios muestra sin censura la pobreza y las violencias a las que están expuestas los afrocolombianos en el Chocó: niños muriendo hambre, mendicidad, hombres y mujeres asesinados por la Violencia, la contaminación del territorio y, sobre todo, la ausencia de oportunidades y esperanzas.
El odio que experimenta Irra lo lleva, por ejemplo, a intentar asesinar a un funcionario público que le ha negado una oportunidad laboral. El odio y la violencia que engendran en el protagonista son la expresión de las múltiples violencias a las que está sometido. Violencia que se traduce en falta de alimentos, vivienda, servicios básicos, oportunidades laborales; violencia psicológica y simbólica que se manifiesta asimismo en la denigración de la dignidad humana y, fundamentalmente, en el racismo de una sociedad que excluye, violenta y niega la existencia de los afrocolombianos.
Sin embargo, se puede caer en el error de pensar que la novela opera solamente como un panfleto político o una denuncia social. Más allá de los análisis sociológicos y psicológicos plasmados en la novela, el proyecto de Palacio parece inclinarse más a cultivar una estética de la literatura afrocolombiana. Las voces de los protagonistas reproducen los dialectos locales, se insertan en un sistema de creencias, tradiciones y herencias étnicas arraigadas al territorio: el río Atrato, las lloviznas torrenciales, las inclemencias ambientales de una naturaleza indomable, crean el espacio sociocultural que dota de sentido a la historia y a las palabras.
Ahora bien, la novela explora la construcción de los sentimientos y las emociones humanas de los protagonistas. ¿Cómo se vive el amor en un entorno de violencia y carencia?; ¿cómo se puede sonreír en medio de la tragedia? Las respuestas no se encuentran en palabras sino en experiencias: la experiencia de un amor inocente y a la vez apasionado y conflictivo (entre Irra y Nive, que es menor de edad) pero también en la relación de Irra con su madre y sus hermanos. Los personajes viven en un frenesí desesperante. Como sienten hambre siente la necesidad de amor y con la misma energía que odian su situación añoran una esperanza. Las emociones son llevadas al límite. En un día con Irra somos testigos de despedidas, muertes, deseos incontrolables, anhelos y frustraciones. Parece que Palacios nos pregunta insistentemente a través de estas historias: ¿cómo sentirse humano en medio de la degradación de la dignidad humana?
Las estrellas son negras es una novela conmovedora; su efecto político más significativo es que logra irrumpir en los discursos políticos dominantes y el pensamiento colonial para posicionar la voz de los afrocolombianos. Denuncia la profunda desigualdad social, los rezagos colonialistas en el país, así como la ausencia total del estado. Irra se pregunta constantemente quién es el culpable de su destino, critica a Dios, la sociedad, los gobiernos locales corruptos. Pero su voz no encuentra eco, ni respuesta. Se trata de un texto por desgracia aún vigente que sigue hablándonos de la situación actual de las comunidades afrocolombianas: en el Chocó, en Tumaco, en toda la costa pacífica colombiana; sigue hablando de ese racismo enraizado en las estructuras de la sociedad colombiana que nos hacen ignorar y no ver las luz de las estrellas negras.
En el siguiente link se puede acceder al texto completo de la novela en formato PDF:
http://babel.banrepcultural.org/cdm/ref/collection/p17054coll7/id/1