Un fantasma recorre Europa… y el mundo. Un enemigo invisible que, sin embargo, ha logrado hacer visibles, tangibles, las contradicciones del sistema-mundo: la inequidad, la precarización laboral, la financiarización, la inminencia del hambre. El credo neoliberal pierde feligreses. Incluso dentro de sus apóstoles más vehementes: para hacer frente a la crisis, el propio FMI recomienda aplicar medidas de política fiscal de corte progresista: reducir tasas de interés, impuestos y costos de endeudamiento, imponer impuestos a grandes fortunas, etc. Eso en la teoría. En la práctica, claro, la realidad es otra.
Las medidas de aislamiento y distanciamiento social privaron hoy a la clase trabajadora de su acostumbrada marcha. Sin embargo, podría privarla de algo más importante aún: el derecho mismo al trabajo. En medio de la pandemia, las cifras de desempleo se disparan en todo el mundo; los pronósticos varían, pero todos coinciden en señalar que los despidos se contarán por millones. En cualquier caso, es evidente que las condiciones empiezan a cambiar, y no para bien, para la masa obrera de todos los países: el mal llamado “teletrabajo” no ha hecho más que abrir la puerta hacia un modelo de precarización que ya anticipaba la Ministra de Trabajo, Alicia Arango.
Las medidas de aislamiento y distanciamiento social privaron hoy a la clase trabajadora de su acostumbrada marcha. Sin embargo, podría privarla de algo más importante aún: el derecho mismo al trabajo
No, en contra de lo que todavía pregonan ciertas mentes «bienpensantes», el virus ha sido cualquier cosa menos democrático, y se está ensañando contra una clase trabajadora que ha debido encajar el duro golpe de la crisis, pero aún más, la criminal e inhumana traición del gobierno nacional, más interesado en salvar la banca y congraciarse con la élite empresarial (cero y van…) que en garantizar el pago de nómina para las medianas y pequeñas empresas (todas al borde de la quiebra), facilitar el acceso a créditos blandos o, en últimas, cumplir, por una vez en la vida, con el mandato constitucional de garantizar el derecho a una vida digna de todos los ciudadanos y ciudadanas colombianas.
Muy al contrario, ha sido la clase obrera la primera que ha tenido que, literalmente, ponerle el cuerpo al virus, so pretexto de rescatar la economía. Pero no la economía de la nación, sino solo la economía particular de los grandes empresarios, aquellos que llevan décadas “haciendo patria”. Habrá que esperar al menos una semana más para saber si los trabajadores de la construcción y las manufacturas (los obreros y obreras por excelencia) que fueron forzados a reanudar sus labores serán los conejillos de indias de un experimento social (el “aislamiento inteligente” propuesto por Duque ya demostró ser totalmente ineficaz en países como Holanda) o simplemente los precursores de una ola de contagios masivos.
ha sido la clase obrera la primera que ha tenido que, literalmente, ponerle el cuerpo al virus, so pretexto de rescatar la economía. Pero no la economía de la nación, sino solo la economía particular de los grandes empresarios, aquellos que llevan décadas “haciendo patria”
Sin duda, la ausencia de marchantes este 1 de mayo va a significar un duro golpe simbólico a un sector de la población que ha jalonado la mayor parte de las luchas sociales de nuestra historia y de una movilización social que apenas hace unos meses alcanzaba dimensiones históricas. El riesgo de salir a la calle a protestar es muy grande, pero lo es también el de quedarse de brazos cruzados, esperando la presencia de un Estado que no existe. Ante la imposibilidad de tomar las calles, llenar las paredes de consignas y entonar a voz en grito La Internacional, es de esperar que se lleven a cabo acciones más simbólicas como los cacerolazos, las tuiteratones u otras manifestaciones virtuales. Por desgracia, está demostrado que, en la práctica, estas acciones generan poco más que un ruido de fondo que es fácilmente disipado por el estruendo de las noticias y el espectáculo.
Descartadas las concentraciones masivas, reuniones o mítines, la acción sindical y el movimiento alternativo pierden su herramienta esencial. Conjugados todos los elementos para mantener un estado de emergencia (en realidad, un Estado de excepción) y concentrar cada vez más poder en la figura del presidente-dictador, el panorama es muy desalentador: mientras los trapos y banderas rojas ondean en las ventanas de millones de hogares en todo el país, las leyes, decretos y medidas de emergencia emitidas por el gobierno parecen plantear una única posibilidad: el endeudamiento o la muerte por inanición.
Caben, por supuesto, otras opciones, las cuales dejamos a la imaginación de nuestros lectores y lectoras. De hecho, al ritmo en que se están desenvolviendo los eventos, es altamente probable que las vías de hecho sean menos una cuestión de imaginación que una realidad que estallará como bomba en la cara del establecimiento. La clase obrera atraviesa hoy una de sus más duras crisis, enfrenta a sus más enconados enemigos en condiciones de desventaja. Ni qué decir de ese otro sector de la población que ni siquiera pertenece a la clase trabajadora, esos miles y miles de trabajadores y trabajadoras informales que no tienen ni cuenta bancaria ni cotizan prestaciones sociales. Invisibles para el sistema económico.
mientras los trapos y banderas rojas ondean en las ventanas de millones de hogares en todo el país, las leyes, decretos y medidas de emergencia emitidas por el gobierno parecen plantear una única posibilidad: el endeudamiento o la muerte por inanición
El reto, tanto para los trabajadores como para los demás grupos que apalancan la movilización social, es encontrar renovadas formas de hacer temblar a la Dictadura del Mercado. Tarde o temprano habrá que salir a recuperar la calle, el lugar de la democracia. Si FENALCO propone aplazar el Día de la Madre para cuando se levante la Cuarentena, no sería mala idea hacer lo propio con el Día del Trabajador y la Trabajadora.
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