Por Andrea Riascos

Este artículo empezaré a contarlo en primera persona, teniendo en cuenta mi experiencia de vida y la memoria que albergo de esta lucha de años que atraviesa la piel y que ensancha las venas; consciente, además, de que me antecedieron sucesos que fueron cruciales para llegar al punto en el estamos y que no puedo contar porque desconozco la rigurosidad de su historia. Hace 20 años camino por la ruta que conduce a la emancipación de las mujeres, una ruta que viene construyéndose desde hace décadas y siglos y que es la herencia de nuestras ancestras, linaje de guerreras guaneñas del sur.

Empecé mi activismo como mujer lesbiana en 2002 y gracias a ello pude ser parte del Consejo Ciudadano de Mujeres de Pasto en 2007, representando al sector de mujeres LBT. Desde esa instancia se empezó a realizar una fuerte incidencia para la implementación de la Política Pública para la Mujeres y la Equidad de Género en el municipio de Pasto, la cual se adoptó a partir del Acuerdo No. 020 del 31 de octubre del mismo año. Esa política pública fue al tiempo la impulsora de la construcción e implementación de la “Política Pública para la equidad de las mujeres nariñenses desde su diversidad étnica, social y cultural en un territorio en construcción de paz”; ambas constituidas como hoja de ruta para empezar a posicionar el tema de género en la agenda pública, sin duda una de las luchas más importantes que logramos las mujeres en Pasto y el Departamento.

Desde entonces, el tema de género ha sido imparable; gracias a la incidencia de las mujeres se empieza a exigir la existencia de oficinas y secretarías de género con presupuesto sensible para hacer posible la aplicación del enfoque de género en los programas y proyectos de carácter municipal y departamental. Surgen entonces la oficina de género de la Alcaldía de Pasto (hoy Secretaría de las Mujeres, Orientaciones sexuales e Identidades de Género) y la Secretaría de género e Inclusión social de la Gobernación de Nariño, como entidades encargadas de asuntos de género a nivel gobierno local.

gracias a la incidencia de las mujeres se empieza a exigir la existencia de oficinas y secretarías de género con presupuesto sensible para hacer posible la aplicación del enfoque de género en los programas y proyectos de carácter municipal y departamental

Pero esto no ha sido fácil, a las mujeres siempre nos ha costado tiempo, trabajo y esfuerzo lograr que el Estado camine al ritmo de las luchas sociales.
Con la Ley 1257 de 2008, otra lucha de las mujeres, empieza también a visibilizarse el tema de violencias de género y nuevamente las mujeres siguen en la apuesta interminable de exigir a las entidades respondientes acciones contundentes de prevención, atención oportuna y sanciones ejemplarizantes y con enfoque de género. Empieza hacerse visible en el municipio los casos de mujeres maltratadas, niñas abusadas y mujeres asesinadas y con ello el surgimiento de dos importantes oficinas: La Unidad de Atención a Victimas de Violencias de Género – UNAVI (2012), convenio entre la Universidad de Nariño y Gobernación de Nariño, y el Observatorio de Género (2014), como una estrategia de gestión de información y conocimiento que contribuye a la visibilización de la situación de las mujeres y de la población LGBTI en el departamento.

Para 2015, pensarse los derechos humanos en clave de género se estaba convirtiendo en una exigencia de carácter mundial y esto impulsaría políticas, leyes, programas y acciones que permitirían llevar el tema de género a otras instancias. Por primera vez en nuestro territorio se empezó hablar de feminicidios, de mujer rural, de participación política para las mujeres, de economía del cuidado, de aborto libre, de mujeres y sostenibilidad. El tema de género empieza a posicionarse fuertemente en la academia y en las calles.

El feminismo había pasado las fronteras y había alcanzado el número crítico para que el cambio de paradigma se instalara en nuestra ciudad y en nuestras mentes. Dejamos de ser población vulnerable (según las políticas sociales de ese entonces) a convertirnos en mujeres potenciadoras del cambio y protagonistas de nuestras propias vidas y realidades. El feminismo nos llevó a juntarnos, a ampliar nuestros lazos y tejer alianzas para empezar hablar de cuidarnos. «¡SI TOCAN A UNA RESPONDEMOS TODAS!» fue el lema que nos llevó a las calles a organizar plantones para exigir justicia, que nos motivó a ponernos los tambores para gritar ¡VIVAS NOS QUEREMOS!, que nos impulsó a hacer nuestra propia versión de un VIOLADOR EN TU CAMINO, que nos llevó a pensarnos el 8 de Marzo desde la autogestión.

Desde hace más de cinco años nuestros 8 de Marzo son una evidencia de la madurez del movimiento de mujeres en Pasto, una conmemoración callejera que mueve a niñas, jóvenes, adultas, mayores, diversidades, organizaciones y liderazgos independientes en una ola de colores violetas y verdes que simbolizan una historia de luchas, de orgullo personal y colectivo y la emancipación de las mujeres que caminan, caminamos hacia la igualdad.


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