Queridos amigos y amigas:
Asistimos hoy a la culminación de este ciclo gregoriano, un momento propicio para hacer balances y consultar los saldos de afecto y desafecto. Los rituales, aunque arbitrarios, ofrecen también la oportunidad de reconectar con el espíritu de los tiempos, siempre que sepamos trascender la mera trivialidad y el afán consumista con el que se pretende acallar las conciencias más críticas. Según el griego Platón, la dialéctica “ascendente” consiste en avanzar de manera gradual del amor por el cuerpo al del alma, y de esta a lo absolutamente bello. En otras palabras, trascender lo mundano para acceder al espíritu. Después de un año nefasto para los intereses de los colombianos y colombianas de a pie, que siguen siendo la gran mayoría, se impone para todos y todas el difícil reto de descubrir eso absolutamente bello, trascender la ira y la indignación y resignificar la esperanza y la lucha por la paz.
En estas horas finales del año quizá convenga recuperar esa genuina actitud filosófica que consiste en volver a hacernos preguntas: cuestionarnos y cuestionar el mundo. Y no con la pretensión de encontrar respuestas, sino simplemente de conectar con la sensibilidad de millones de seres, humanos, animales y vegetales, precarizados y excluidos, para quienes el mundo se ha tornado en un pequeño infierno cotidiano. Convertir el dolor en solidaridad debe ser la mayor empresa ética de nuestros tiempos.
Nunca antes el ser humano ha desplegado un comportamiento tan violento y depredador: los recursos naturales se agotan a un ritmo trepidante al tiempo que las guerras se multiplican, generando oleadas de desplazados. Hemos convertido el mundo en un gran supermercado en donde todo se compra y se vende: los recursos, las personas, las esperanzas, el miedo.
Creemos necesario, pues, darle un vuelco, resignificar el sentido de estas “fiestas”, celebrar los afectos y honrar aquello que nos hace humanos: la solidaridad con aquellos que han sido desplazados, excluidos, marginados; en una palabra, esos Otros y esas Otras que han dejado de ser entes abstractos y se han convertido en nuestros vecinos y vecinas, aquellos y aquellas que co-habitan nuestras ciudades.
Desde esta trinchera, desde este rincón del ciberespacio, enviamos un abrazo solidario y pleno de agradecimiento a los trabajadores y trabajadoras que deberán subsistir con un “aumento” salarial de 1400 pesos diarios; a los y las estudiantes que luchan por un sistema educativo que no deje a nadie por fuera; a las mujeres que combaten la violencia física y simbólica; a quienes luchan, a quienes resisten la “derechización de las derechas”, los y las valientes que denuncian a los poderosos. Y, por último, un reconocimiento a quienes han ofrendado su vida para hacer que cese de una vez “la horrible noche”, a aquellos y aquellas a quienes les negaron el futuro por creer en la posibilidad de un mañana para todos.
¡Feliz y venturoso 2019!
Columna Abierta