
Por David Paredes
Sara Millerey González, con fracturas en brazos, piernas y costillas, agonizaba en un río al que fue llevada por sus agresores. Más tarde murió en un hospital de Bello, Antioquia.
El hecho fue registrado en imágenes que no tardaron en propagarse. Por cuenta de quienes crearon el video –y de quienes lo hicieron circular–, a Sara se le impuso un modo de ser vista. El crítico Pedro Adrián Zuluaga advierte que la circulación de esas imágenes contribuye a naturalizar un relato macabro y ejemplarizante. “No bastaba con castigarla, había que mostrar su castigo”, ironiza.
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