Por Gustavo Montenegro Cardona
(@gusmontenegro)
Desde pequeña aprendió a volar como los pájaros. Como si fuera la fecha de su nacimiento, recuerda que el 22 de junio de 2019 ingresó al Colectivo escénico Teatro Transeúnte, ese nido donde le terminaron de poner las alas a su libertad de movimiento, a su expresión corporal, a sus ganas de conquistar el mundo desde las tablas, los escenarios y las nubes.
Es delgada, delgadita. Tiene ojos grandes, cabellos negros, boca de niña; lleva una sonrisa que parece haber estrenado hace pocos días. Le debemos a Sofía Estrada -una compañera del colegio de Martha- que la haya convencido de asistir a un ensayo del colectivo especializado en circo, teatro y clown, pues esa invitación se convirtió en este presente inimaginable que, espera Martha, sea también la puerta a ese futuro que la llena de ilusión; aunque nada de esto estuviera en sus planes de adolescente.
Se despliegan las telas acrobáticas, se abre el escenario, rueda la transmisión. Señoras y señores, carnavaleras y carnavaleros del mundo, con ustedes: Martha Elena Ruano Delgado. Martha actriz, Martha acróbata, Martha y sus 16 años. Martha estudiante del Liceo de la Universidad de Nariño. Martha la niña que pudimos ver y escuchar, pese a todo, a través de cientos de pantallas desplegadas por el mundo entero. Martha la niña suave que tuvo la responsabilidad de ser el personaje principal de la puesta en escena construida para darle vida a la nueva historia del Carnaval de Negros y Blancos en su versión 2021, un hito que se recordará, para bien o para mal, como el más inesperado de los tiempos modernos.
Martha se llama ahora Zoila María Rosero. Se ríe con gracia. “Así bautizaron a mi personaje”, dice la novel artista, la misma que junto a otros treinta actores y actrices provenientes de diferentes agrupaciones teatrales (y algunas personas que nunca antes había actuado) estuvo dispuesta a escribir una obra colectiva que diera cuenta del sentido mayor de la expresión patrimonial que es este carnaval, enfrentado como nunca al enorme desafío de ser contemplado, vivido, disfrutado, jugado desde la virtualidad a la que nos sometimos en los inciertos días del confinamiento global.
Durante un poco más de un mes los teatreros, acróbatas, actores profesionales y naturales, dispusieron todo su tiempo, esfuerzo, carisma, pasión y amor por el carnaval y la escena, para elaborar un guion conjunto que sirvió de base que narrara día a día los momentos más significativos de cada fecha festiva, en cada tarde carnavalera que construyó una nueva senda, una nueva calle, un nuevo lugar para jugar con el mundo al revés. “Quiero a Martha en este personaje”, fue la sentencia de Piero Hidalgo, su profesor de artes durante los últimos cinco años y Director General de la pieza teatral tejida con retazos de memoria, de fantasías cultivadas en el país de las nostalgias y con la herencia de los carnavales acumulados.
Sonrojada e incrédula, Martha recibió la noticia de su designación como uno de los personajes principales de la puesta en escena que serviría como hilo conductor de un relato montado para el gran teatro virtual. “Tendrás que encarnar la esperanza de los carnavales”, fue la palabra final, como si se tratara de un designio venido de otro mundo. Llegó así, de nuevo, la hora de ser valiente, un nuevo tiempo para saltar desde la tela acrobática hacia el vacío de la que sería, para Martha, “la mayor hazaña de mi vida”.
Con el boceto listo, las marcaciones de la improvisación preparadas, el trabajo colectivo diseñado y el tiempo contando cada minuto hacia adelante, llegó la hora para que Pericles Carnaval anunciara el comienzo de la fiesta magna del sur. Entonces, Martha dejó de ser ella desde las cinco y treinta de la mañana, la hora dispuesta para concentrarse y ensayar. Ahora, Zoila María Rosero debía ensayar cada uno de sus movimientos, cada paso, cada salto, cada juego para explicar, desde el acto libre de la dramaturgia, el inacabado relato del Carnaval de Negros y Blancos, fiesta popular, sin pueblo; fiesta de la calle con aceras vacías; fiesta de la gente, sin gente.
Martha, vuelo de ave ligera, encarnó a la nieta encargada de conocer la historia de sus abuelos carnavaleros responsables de evocar la nostalgia de las fiestas que fueron y que, seguramente, ya no serán iguales ¡jamás! A ella le correspondió ser todas las miradas, todos los jugadores, todo el pueblo. Martha, siendo Zoila, danzando con los colectivos coreográficos que se juntaron, como tal vez nunca antes los habíamos visto en un solo ensamble de música y danza en un evidente mensaje de colaboración, solidaridad, hermandad cultural y resistencia ante estos tiempos llenos de zozobra.
Zoila en el cuerpo de Martha untando cosmético, dibujando pinticas y caricias en nombre de cada carnavalero que se quedó guardado en casa con la algarabía engavetada, con las ganas de salir a jugar en la plaza. Zoila y su familia siendo la familia Castañeda que es la síntesis de las familias del sur, de las familias que generación tras generación procuran preservar la memoria de la fiesta. Zoila heredando la máscara del pueblo, bailando en nombre de todos, cantando en nombre de todas, Zoila María Rosero, el personaje encarnado por Martha echándose a la espalda el peso de ser testigo fiel de este carnaval sin precedentes.
Facebook Live On. Señal al aire, pantallas encendidas, celulares navegando en las anchas autopistas digitales y luego de un par de horas ya estaba todo resuelto, todo ya se había visto, todo se había contado. Así pasó el 2, el 3, el 4, el 5. Así le pasó la vida a Martha, así nació y creció Zoila María en el maternal vientre de una Concha Acústica dispuesta para darle vida a un carnaval que tuvo que adaptarse a las nuevas condiciones de la convivencia colectiva.
Agotada por las extenuantes jornadas el personaje de Martha cayó en un profundo sueño del que parecía no poder ni querer despertar. Por más que lo intentaban, los cusillos, esos seres carnavaleros vestidos con costales que hablan el lenguaje de los monos de la selva, no lograban que abriera sus ojos.
Era la mañana del seis de enero, un seis como ninguno, un día cubierto por nubes tristes. De repente, el espíritu carnavalero, esa fuerza indescriptible, esa presencia ausente de materia, esa energía que se dispersa en el aire de Pasto y que atraviesa calles, talleres y casas, contagió a esta niña heredera de la tradición. Así pudo asistir a un desfile inventado, a una senda imaginada por donde transitaron murgas, disfraces, minicarrozas, gente juguetona, un público que simuló revivir el día magno como si el sueño permaneciera vivo en la memoria de Martha, ave durmiente.
Zoila María, elevada por los brazos de sus compañeros contempló desde la altura el mundo al revés. Contó lentamente: uno, dos… tomó aire, le agradeció a su maestro Oscar Martínez, el director de toda la vida y se lanzó como el pájaro libre en el que se convirtió después de todo ese tiempo de vivir en su propia piel este carnaval que parece no tendrá el mismo nombre de siempre. Mientras permanecía en el aire soñó con llegar a ser “la Reina más pastusa” del carnaval, una mujer guardiana de la historia, el sentir y el saber de esta fiesta que con el peso de la esperanza llevó Martha Ruano, ave carnavalera, sobre sus hombros.
* Crónica ganadora del Premio Silvio León España 2021 en la categoría «Periodismo digital».
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