5 premisas para gestionar distintas maneras de narrar el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto
Por Gloria Garzón Guerrero & Gustavo Montenegro
Faltan pocos días para vivir un nuevo Carnaval en Pasto. Desde el conteo regresivo fuimos convocadas por Corpocarnaval y el Grupo de Comunicaciones de la DACMI del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes para compartir unas pistas alrededor de la relación entre Comunicación, Patrimonio y Carnaval. En el contexto del espacio “Venga le digo: Distintas maneras de narrar el Carnaval” planteamos cinco premisas como provocaciones para iniciar una conversación extendida que conduzca a las y los generadores de contenidos, periodistas, comunicadores, comunicadoras y los diversos medios de comunicación a fomentar nuevas historias y otros relatos carnavaleros.
1. El Carnaval y Pasto no están en venta
El Patrimonio Cultural no es un producto que responda a las lógicas de la venta comercial de un destino cualquiera. Como aquellos lotes que son patrimoniales y responden a las querencias y pertenencias de una familia o una sociedad, erguimos un letrero que dice: “NO ESTÁ EN VENTA”. La advertencia detrás de la premisa es una consideración para que el lenguaje de la promoción de este hecho festivo tenga un enfoque más relacionado con la invitación a conocer la experiencia que con la exposición que se hace de una vitrina comercial.
Desde esa mirada se trata de contarle al mundo lo que somos y tenemos alrededor del Carnaval. En sí mismo, es el relato de la provocación y de la muestra generosa de aquello que aquí se vive en materia de alegrías diversas. La premisa es una invitación a despojarnos de la mirada transaccional que se ha impuesto sobre los valores culturales y patrimoniales que terminan arrebatados por las industrias, por la relación de compra y venta y también por lo inmediato y efímero.
2. Volver al futuro
Las y los gestores de contenidos están invitados a pensar su oficio desde el inmenso valor de la memoria. Los tiempos de lo efímero privilegian la condición de crear narraciones que mueren en 24 horas, en un carrusel de diez fotografías, en un diseño sin recordación o en cortos videos que se dispersan en la nube de la virtualidad. El carnaval, como patrimonio, requiere que sea protegido también en términos de la salvaguarda de sus relatos para que las próximas generaciones comprendan, conozcan, investiguen y se acerquen al pasado desde las construcciones narrativas de este presente.
Aquí la premisa circunda en torno a la necesidad de generar fuentes documentales, archivo, memoria e insumos que nutran centros de documentación, bibliotecas, videotecas, casas de memoria… para que el olvido no nos arrebate la historia. La provocación, entonces, es generar archivos personales con sello Carnaval.
3. Una botella navegando en el mar
Los públicos deben ser tenidos en cuenta. En la narrativa patrimonial se corre otro riesgo: lanzar mensajes a la deriva del oleaje en un mar de información saturado de datos, imágenes, sonidos y hasta supuestos. Elegir un público contribuye de gran manera a determinar el tono, el estilo, los formatos, las sonoridades, las formas, colores y sabores de un producto comunicativo. Un público priorizado ayuda a que las narrativas se establezcan con mayor precisión y juicio. De esa manera, dejamos de lanzar botellas al mar en espera de una respuesta. Provocar interacciones en el mundo digital, por ejemplo, resulta más fácil si se logran conexiones reales, conversaciones, diálogos e interpelaciones con el público caracterizado que con lo disperso de la figura de la audiencia amorfa, dispersa y compleja.
4. El carnaval de la alegría
Entre las distintas maneras de narrar el Carnaval como patrimonio, surge la consideración sobre el tono, el color y el énfasis de los relatos y las historias que pongan en evidencia que el de Pasto es un Carnaval alegre, emotivo, juguetón. Si algo se debería mostrar/demostrar es la alegría de la fiesta que convoca, que se colectiviza, que invita a la juntanza, al juego, a la demostración colectiva de la felicidad.
5. ¿Qué pasaría si…?
La búsqueda de una nueva narrativa exige verbos: agacharse, preguntar, develar, descubrir, intentar, cambiar, elevar, bajar… ¿Qué pasaría si nos atrevemos a escuchar otras sonoridades, a retratar otros rostros, a hacer otras preguntas, a modificar las formas y reconocer a los desconocidos? Allí, tal vez, podamos encontrar otras explicaciones, otras manifestaciones, otras conjugaciones del verbo jugar o del sustantivo carnaval.
¡Venga le digo! Atrevámonos a tramitar esas otras rutas, las sendas diferentes, los tiempos muertos, las escenas a medio llenar, para dibujar, escribir, diseñar, grabar, sonorizar, digitalizar y preservar esas historias que aguardan ser contadas por parte de narradores, gestores, periodistas, comunicadores, fotógrafos, diseñadores, jugadores y amantes de este Carnaval que debe atreverse a ser jugado desde otras narrativas comunicacionales.
Foto: Wikicommons
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