Por Yenny León

Hace dos días adopté a una perra: Valkiria, la primera canina de mi vida. De acuerdo con los dueños del refugio, fue rescatada de ahogarse en el río Medellín junto con varios de sus hermanos. Pasó que su madre murió y la camada de seis cachorros fue acogida por otra perra que, a su vez, cuidaba de sus siete perritos. Evidentemente, la matrona perruna hizo lo mejor que pudo, pero la inquietud y temblores infantiles de los pequeños atrajo fuertemente al peligro. Menos mal varias personas observaron lo sucedido y actuaron con rapidez para evitar una tragedia. Fue así que Valkiria llegó al refugio selenita Dejando huella. Pasados quince días, y con apenas ocho semanas, una familia se quedó con ella. Al cabo de seis meses, la devolvieron y su semblante nervioso y tímido reveló que estuvo bajo un régimen de maltrato.

Hoy quiero que enfrentemos juntas el desafío de la vida evitando, a toda costa, el maltrato intencional, pues sé que crear heridas es algo inherente al humano.

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