Por Camilo Parra

En la actualidad, hablar de violencia o siquiera mencionar la palabra en su marco histórico genera en los receptores una prevención notoria, propiciada las más de las veces por un significado superfluo y confuso, asociado a comportamientos que se consideran agresivos y lesivos para la convivencia. Dice George Lakoff que cuando se oye una palabra se activa en el cerebro su respectivo «marco», que son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo; los conceptos incrustados en nuestra sinapsis -los cuales estructuran nuestro modo de pensar- difícilmente cambian por un nuevo hecho. Es decir, que si los hechos no encajan en determinado marco, este se mantiene, los hechos rebotan y preferimos ignorar lo que no encaja con nuestra visión del mundo.

En el contexto actual, la palabra «violencia» está asociada, entre otras cosas, a las acciones que llevan a cabo muchos sectores sociales a la hora de tomarse calles y plazas; a la vez un estigma y un descalificador. Es por esto que creemos necesario desglosar el concepto de violencia para redirigir su concepción a una forma válida de la protesta en un contexto determinado, dando forma a una reflexión de la acción violenta política espontánea y también la organizada.

Leer más