Por David Paredes

Al principio, ponemos la banderita en nuestra foto de perfil y compartimos publicaciones que expresen bien nuestra indignación. Tenemos disposición para analizar, debatir o renegar durante el tiempo que dure la injusticia. Decimos que no podemos callar ni mirar hacia otro lado. Pero sí podemos.

A pesar del revuelo, no tardamos mucho en volver a asuntos tan próximos y urgentes como la corrupción local o nuestras propias guerras, las nuevas y las que también en su momento nos provocaron una indignación que parecía inagotable. Somos flexibles. Celebramos algo mientras, en un país que quizás nos parece lejano, una muchacha retira esquirlas del cuerpo de su padre, como si en medio del trance luctuoso quisiera entender por qué los humanos morimos, por qué unos provocan la muerte de otros, por qué precisamente la de ese hombre… Y mientras ella improvisa el ritual de despedida, los señores que planearon el bombardeo también celebran algo, y lo mismo hacen quienes crearon la bomba y quienes trabajan en el comercio de armas. Celebran un cumpleaños o un gol.

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