Por Wladimir Uscátegui
Una vacuna, lo sabe todo el mundo, es un compuesto químico destinado a combatir un agente patológico. En Colombia, país de los eufemismos y del doble sentido, una «vacuna» es también la cuota que se paga a algún agente (criminal o gubernamental) para granjearse el favor de los mandamases de turno o comprar de ese modo el silencio cómplice de unos cuantos. En un momento en que las expectativas y esperanzas de la población están signadas por el acceso de una vacuna contra el Covid-19, los más recientes hechos políticos en Colombia parecen dar a entender que a la población se le aplicarán dos vacunas: una, contra el virus; la segunda, contra la indignación. En otras palabras, que el objetivo del Gobierno colombiano es especular con la vacuna y usarla como comodín con vistas en la contienda electoral para el 2022.
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