Por Fernando Enríquez
Hace 8 años, en la madrugada del 3 de octubre, viví una de las experiencias que más me han marcado. Desde hacía varias semanas, me encontraba en una zona montañosa de Nariño, haciendo pedagogía sobre el contenido de los Acuerdos de Paz de La Habana. El día anterior se había convocado al país a refrendar los acuerdos mediante un plebiscito, el cual dio un apretado resultado favoreciendo el “no” y dejando en vilo la posibilidad de la paz.
Aquella mañana fue distinta; ya no tenía sentido continuar con actividades pedagógicas para leer el acuerdo. Así que nos dispusimos a conversar, y así se crearon varios grupos en los que los susurros trataban de responder la misma inquietud: ¿Qué va pasar ahora?
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