Por Gustavo Montenegro
La calle olía a incendio. Los rincones de las viviendas quedaron con un sabor amargo, metálico, estruendoso. Aún en la mañana del primero de enero de 2022, la atmósfera de la ciudad parecía envuelta en una nube densa, gris, como si la fumarola volcánica hubiera descendido hasta el valle. En las voces de los saludos del primer día de 2022 se alcanzó a percibir un tono ronco, una molestia gutural. Las aves que suelen cantar antes del amanecer estuvieron calladas, su silencio se rompió ya entrada la mañana.
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