Por David Paredes
Dice Diego Martínez Lloreda en una reciente columna que la actual Minga en el Cauca “es una agresión flagrante contra los habitantes de Nariño y Cauca que cada vez que les da la gana bloqueen la única vía que comunica al sur con el centro del país” y más adelante caricaturiza y criminaliza a los indígenas: “el solo hecho -dice- de atravesar en la vía rocas inmensas y alambre de púas y luego sentarse encima de esa barrera con cara de chamán es de una violencia infinita”.
Cuando se deslegitima la protesta y se promueve su represión violenta bajo el pretexto de velar «por el interés general» (la contención de disturbios potencialmente peligrosos, el desbloqueo de vías de uso común, etc.) en realidad se avanza en el propósito de imponer una idea de sociedad y de país. Ese es, precisamente, el conflicto histórico que se manifiesta por estos días en el Cauca. Asumir que la manifestación de la Minga responde a un capricho es desconocer y juzgar a los manifestantes no sin una exhibición grosera del más pobre análisis político e histórico. Sin embargo, semejante juicio resultaría inocuo si no fuera porque se suma a una oleada de opiniones similares que terminan por distorsionar la realidad y empobrecer el debate. Leer más