Por David Paredes
Una polilla descendió desde el techo de la cabaña en la que nos encontrábamos y fue a estrellarse contra la llama de la vela.
En principio, me intrigó lo que parecía un impulso autodestructivo. Luego leí que varias especies de insectos voladores utilizan una fuente de luz como marca orientadora. Vuelan de modo tal que la fuente de luz –por lo general, la luna– quede siempre arriba, y eso basta para orientarse en el eje vertical. Pero no siempre logran distinguir cuándo se trata de la luna o de una fuente de luz artificial, así que, tratando de mantener esta última sobre la parte superior de su cuerpo, pueden pasar mucho tiempo volando en torno a ella. Una lámpara, digamos. En caso de que la fuente de luz provenga desde abajo, como en el caso de una vela, el vuelo circular resulta tan raro que puede terminar en un colapso del insecto contra la llama.
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