Por Wilmer Rodríguez
En el contexto actual de construcción y búsqueda de la paz en Colombia se hace necesario una reflexión más profunda y esclarecedora acerca de lo que realmente está en juego. Con regularidad se tiende a asociar la paz con la firma de los Acuerdos de La Habana, la terminación del conflicto armado, las reformas políticas, sociales y económicas, al igual que las condiciones y garantías necesarias para su implementación. Pero eso no basta.
La política se ha visto limitada. O, por lo menos, aquella política desprovista de pasiones y emociones, aquella que niega y desconoce la dimensión afectiva de lo político. Pensar que la paz es un proceso netamente racional, un valor que responde a los cálculos de costos y beneficios o a la maximización de utilidades e intereses, nos impide comprender la compleja configuración de sentidos, sentimientos, afectos, metáforas o representaciones contenidas en el concepto de paz.
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